El vínculo estratégico de Estados Unidos después de la Primera Guerra del Golfo
Desafortunadamente para los objetivos políticos secretos de la primera administración Bush, no fue capaz de forzar un cambio de régimen en Irak. Estados Unidos la autoridad internacional para eliminar al régimen de Saddam y de esta forma eliminar al terrorismo del mundo. Un falso terrorismo con la intención de apoderarse de los recursos energético, no olvidemos de Bush tenía intereses económicos de los hidrocarburos con vínculos de sus corporaciones petrolíferas y ahora se repite la Historia de otro conflicto por los recursos energéticos de Irán. Por un lado, tenemos un falso terrorismo, financiado para crear conflicto, socavar gobiernos y lo más importante el negocio de armas. Por otro lado ¿quién fue que le proveyó armas a Saddam? Pues occidente.
La política exterior de Estados Unidos y en la Guerra del Golfo
El Congreso estadounidense, como la mayoría de las
instituciones compuestas por representantes gubernamentales electos,
simplemente no son consciente de la política exterior estadounidense a través
de la CIA que realiza operaciones de falsa bandera y financiando al terrorismo
Yihadista para crear conflictos. Tenemos
a un Congreso se habría revelado ante cualquier intento de ayudar abiertamente
a lo que parecía ser un régimen brutal dirigido por un gobernante despótico.
Esto significó que las organizaciones clandestinas con sede en Estados Unidos
tuvieron que "orquestar" eventos internacionales de una manera que
cumplieran el objetivo político secreto de obtener el petróleo de Irak.
Bajo el primer presidente Bush, Irak y Kuwait se vieron
envueltos en una crisis diplomática por la sobreproducción de petróleo por
parte de Kuwait en 1991. La sobreproducción de Kuwait significó que los precios
mundiales del petróleo se deflactaron y la producción de petróleo de Irak no
sería suficiente para generar los ingresos necesarios para que Irak iniciar el
difícil proceso de reconstrucción tras su costosa guerra con Irán. Esto resultó
en hacer a Irak más dependiente de los estados y organizaciones clandestinas
occidentales, un resultado que a Saddam no le habría complacido dada su
indudable conciencia de que la independencia financiera le daría el máximo
poder de negociación sobre a quién permitiría explotar los recursos en su
territorio.
Lo que resultaba aún más irritante para el régimen de
Saddam Hussein era que Kuwait exigía el reembolso de los préstamos de guerra
que había concedido a Irak durante los ocho años de guerra entre Irak e Irán.
Para Saddam, esta fue la afrenta máxima, dado que Irak había librado una guerra
que beneficiaba directamente a Kuwait y a los demás estados dominados por los
suníes en el Golfo Pérsico. En lo que respecta a Saddam, Kuwait debería haber
mostrado más gratitud por el sacrificio de recursos financieros y humanos
realizado por Irak en su debilitante guerra con Irán. Es muy poco probable que
Kuwait hubiera adoptado una política tan arriesgada al tratar con su poderoso
vecino si no hubiera sido por las firmes garantías de su principal patrocinador
y patrocinador histórico, Gran Bretaña, de que Kuwait no sería abandonado en un
conflicto con Irak.
El antiguo rencor de Irak contra el patrocinio británico
de Kuwait se remonta a 1899, cuando Gran Bretaña tomó a Kuwait "bajo su
protección". El problema era que Kuwait era entonces parte del distrito
iraquí de Basora, gobernado por el desmoronado Imperio Otomano. Cuando Irak se
independizó en 1932, Basora, el principal puerto marítimo del recién
independizado país, ya no incluía a Kuwait. De modo que Irak se sintió
defraudado tanto del acceso irrestricto al océano como de la riqueza que
ofrecía el territorio de Kuwait.
Tan odiosa fue esta política británica para las elites
políticas iraquíes que, desde su independencia, los líderes iraquíes se han
negado a reconocer la condición de Estado soberano de Kuwait y continuaron
pidiendo su reintegración a Irak. Al aumentar su producción de petróleo, pedir
el reembolso de sus préstamos de guerra y su dudosa legitimidad política a los
ojos de la elite política iraquí, Kuwait estaba actuando sin duda de una manera
arriesgada y antagónica.
Para forzar un cambio en las políticas
"antagonistas" de Kuwait, Irak decidió adoptar cierta política
arriesgada y concentró un gran ejército en su frontera con Kuwait. En este
punto crítico en el que Irak estaba indicando su intención de posiblemente
invadir Kuwait si no cambiaba sus políticas, el embajador de Estados Unidos en
Irak cometió lo que parecía ser un "error crucial". Al asesorar a
Irak sobre cuál era la opinión de Estados Unidos sobre el conflicto entre Irak
y Kuwait, dijo lo siguiente: "No tenemos opinión sobre sus conflictos
árabe-árabes... como su disputa con Kuwait. El Secretario [de Estado James]
Baker me ha ordenado que enfatice la instrucción... de que Kuwait no está
asociado con Estados Unidos".
Dada la historia de la relación de Irak con Kuwait, la
psicología personal de Saddam Hussein de "asumir riesgos" y la
política antagónica de los dirigentes kuwaitíes, bien podría haberse predicho
que Saddam interpretaría esto como una luz verde para invadir. April Glaspie
fue apropiadamente "castigada" por su "error crucial". Sin embargo, ¿qué pasaría si este trágico
error cometido por un alto diplomático no fuera realmente un error? ¿Qué
pasaría si las instrucciones del secretario Baker tuvieran como objetivo
hacerle creer a Saddam que Estados Unidos se mantendría al margen mientras
invadía Kuwait y eventualmente forzaría una solución diplomática que abordaría
algunos de los agravios históricos de Irak sobre Kuwait?
Es muy posible que Saddam haya interpretado esa política
como un medio para que Estados Unidos se congraciara con su régimen a fin de
obtener acceso a los recursos estratégicos de Irak. Es muy posible que Saddam
haya visto esto como un quid pro quo por permitir que Estados Unidos ganara más
influencia en Irak. Saddam, que toma riesgos por naturaleza, bien pudo haber
sido engañado por señales sutiles de funcionarios políticos estadounidenses y
haber creído que su régimen se beneficiaría al lanzar un ataque.
El Presidente Bush fue jefe de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA) y, por lo tanto, estaba al tanto de organizaciones
clandestinas con sede en Estados Unidos y muy probablemente miembro de ellas.
Es indudable que el Secretario Baker, como amigo cercano y ex jefe de gabinete
del Presidente Bush, también habría sido consciente de la necesidad de que
Estados Unidos accediera a Irak por los hidrocarburos. Lo más probable es que
figuras clave de la administración Bush estuvieran conscientes de ello.
El conflicto sobre Kuwait fue una oportunidad ideal para
adormecer a Saddam para que asumiera el riesgo de una intervención militar a
fin de lograr la deseada intervención estadounidense que conduciría a un mayor
acceso y control estadounidense sobre los campos petrolíferos de Irak. Así, la
crisis política que envolvió a Irak y Kuwait, y que resultó en que Saddam
adoptara la arriesgada política de intervención militar en Kuwait, fue
orquestada por organizaciones clandestinas basadas en Estados Unidos que
deseaban un acceso sin restricciones de Occidente a Irak.
Si bien esta orquestación conspirativa de los
acontecimientos internacionales que condujeron a la "primera" Guerra
del Golfo en 1991 es indudablemente controvertido. La política de las organizaciones
clandestinas controlo los medios de comunicación manipulando la verdad de los
acontecimientos con falsas informaciones a los medios internacionales e
eliminado las pruebas e incluso intimidando a los periodistas en busca de la
verdad. Las mismas organizaciones clandestinas responsables de esta política
global de confidencialidad tienen el poder de orquestar crisis y
acontecimientos internacionales para lograr resultados políticos favorables.
Esta capacidad se debe en gran medida a que los
funcionarios de estas organizaciones clandestinas son nombrados en lugar de
elegidos. Esto les da una gran libertad para formular e implementar políticas
públicas sin la supervisión y rendición de cuentas que experimentan los
funcionarios electos. Además, los funcionarios de organizaciones clandestinas
operan con un marco temporal mucho más largo que los funcionarios públicos
electos, que normalmente operan con ciclos electorales cortos como un
importante factor condicionante en el desarrollo de objetivos de política
exterior. En resumen, orquestar eventos internacionales para lograr objeciones
clave de política exterior está dentro de las capacidades, los recursos, la
falta de rendición de cuentas y supervisión y los largos ciclos de tiempo que
caracterizan el entorno de formulación de políticas de las organizaciones
gubernamentales clandestinas.
Posteriormente, Hussein siguió adelante con una guerra
contra Kuwait en agosto de 1990 y, contrariamente al mensaje transmitido por
Glaspie, encontró que Estados Unidos se oponía resueltamente a la invasión de
Irak y no estaba a favor de ningún compromiso sobre la integridad territorial
de Kuwait. En el prolongado diálogo diplomático sobre la garantía de la
retirada de Irak, la primera administración Bush descartó cualquier concesión a
Irak.
Esto significó que la diplomacia rusa, motivada por la
conciencia de que una guerra disminuiría apreciablemente la influencia rusa en
Irak. El fracaso de la administración Bush en apoyar cualquier compromiso para
salvar las apariencias garantizó que se libraría una guerra a gran escala para
"liberar" Kuwait.
La intervención militar multinacional liderada por
Estados Unidos que comenzó en enero de 1991 condujo a la expulsión de Irak de Kuwait
y dio como resultado que Estados Unidos tuviera por primera vez un punto de
apoyo estratégico en Irak con una serie de resoluciones del Consejo de
Seguridad que dieron legitimidad a la presencia estadounidense.
Los Ejércitos Secretos de La OTAN
Gladio - Por qué La OTAN, la CIA y el MI6 Siguen Negando
La existencia del gobierno de las sombras instituido por
Estados Unidos y Gran Bretaña en el conjunto de países aliados que quedó
fehacientemente demostrada durante las investigaciones judiciales y
parlamentarias realizadas en los años 1980 y 90. A pesar de ello, la OTAN, la
CIA y el MI6 siguen negando hoy en día. Y es que Washington y Londres no ven en
ello una etapa histórica sino un dispositivo actual. Esto último ha quedado
demostrado por los recientes secuestros perpetrados en Europa y con el
escándalo de los vuelos secretos de la CIA que marcaron la era de Bush. Si los
ejércitos secretos de la OTAN siguen siendo un secreto militar, es porque se
mantienen activos.
Cuando se producen las revelaciones sobre la red Gladio,
de 1990, la OTAN, es la alianza la militar más grande del mundo, con la cual
contaba con 16 países miembros: Alemania, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España,
Francia, Grecia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Holanda, Portugal, Gran
Bretaña, Turquía y los Estados Unidos, país que asume el papel de comandante.
Ante las revelaciones del primer ministro italiano Giulio
Andreotti, la reacción de la alianza atlántica fue una confusión y de temor por
su imagen cuando se estableció el vínculo entre los ejércitos stay-bahind y los
atentados, actos de tortura, golpes de Estado y otras operaciones terroristas
que se habían cometido en varios países de Europa occidental.
El lunes 5 de noviembre de 1990, al cabo de un largo
silencio que había durado cerca de un mes, la OTAN negó categóricamente las
alegaciones de Andreotti sobre la implicación de la alianza atlántica en la
Operación Gladio y sus vínculos con los ejércitos secretos.
El principal vocero de la OTAN, Jean Marcotta, afirmó desde
el cuartel general del SHAPE, en Mons (Bélgica) que: «La OTAN nunca ha previsto
recurrir a la guerrilla o a operaciones clandestinas. Siempre se ha ocupado de
cuestiones exclusivamente militares y de la defensa de las fronteras de los
países aliados.»
Posteriormente, el martes 6 de noviembre, otro vocero
explicó que el desmentido del día anterior era falso. Este otro vocero sólo
proporcionó a los periodistas un breve comunicado en el que se precisaba que la
OTAN nunca comentaba asuntos que eran secreto militar y que Marcotta debió
haberse mantenido en silencio. La prensa internacional criticó amargamente
aquellas contradicciones en la estrategia de relaciones públicas de la alianza
militar: «Mientras que verdaderos sismos sacuden el continente entero, un
vocero de la OTAN hace un desmentido: nada sabemos de Gladio ni de las redes
stay-behind. Y ahora un lacónico comunicado viene a desmentir el desmentido
“incorrecto” y nada más».
Mientras se producía el derrumbe de la credibilidad de la
OTAN, los titulares de los diarios eran: «Unidad clandestina de la OTAN
“sospechosa de vínculos con el terrorismo”». «Red secreta de la OTAN acusada de
subversión: La Comisión descubrió que Gladio, brazo armado clandestino de la
OTAN en Italia, se había convertido en un refugio de fascistas que combatían el
comunismo mediante atentados terroristas que debían justificar un endurecimiento
de las leyes.»
«Una bomba que estalló en Bolonia provenía de una unidad
de la OTAN». Un diplomático de la OTAN, que insistió en conservar el anonimato,
justificó ante los periodistas: «Ya que se trataba de una organización secreta,
no espero que abunden las respuestas, aunque ya haya acabado la guerra fría. Si
hubo vínculos con organizaciones terroristas, ese tipo de información debe
estar enterrado muy hondo. Y si no es el caso, ¿qué hay de malo en preparar el
terreno para la resistencia en caso de que los soviéticos atacaran?».
Según la prensa española, inmediatamente después del
fiasco de la operación de comunicación de los días 5 y 6 de noviembre, el
secretario general de la OTAN Manfred Worner convocó a los embajadores de la
alianza atlántica para una reunión a puertas cerradas sobre Gladio el 7 de
noviembre.
El «Supreme Headquarters Allied Powers Europe o SHAPE,
órgano de mando del aparato militar de la OTAN, coordinaba las acciones del
Gladio, eso fue lo que reveló el secretario Manfred Worner durante una
entrevista con los embajadores de las 16 naciones aliadas de la OTAN», reportó
la prensa española. «Worner habría pedido tiempo para realizar una
investigación sobre las causas del desmentido formal» que la OTAN había
publicado el día anterior. «Eso es lo que habría anunciado a los embajadores
del Consejo Atlántico reunidos el 7 de noviembre, según ciertas fuentes.» El
más alto oficial de la OTAN en Europa, el general estadounidense John Galvin,
había confirmado que las alegaciones de la prensa eran en gran parte correctas,
pero que había que mantener el secreto.
«En aquella reunión a puertas cerradas, el secretario
general de la OTAN precisó que los altos oficiales interrogados (se refería al
general John Galvin, comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Europa)
habían indicado que el SHAPE coordinaba las operaciones que realizaba el
Gladio. En lo adelante, la política de la OTAN será negarse a hacer cualquier
comentario sobre los secretos oficiales.»
Según fuentes que han expresado su deseo de mantenerse en
el anonimato, el Buró de Seguridad de la OTAN estaba directamente implicado en
la Operación Gladio. Con sede en el cuartel general de la OTAN en Bruselas, el
misterioso Buró de Seguridad es parte integrante de la OTAN desde la creación
de la alianza atlántica, en 1949. Su misión consiste en coordinar, supervisar y
aplicar las políticas de seguridad de la OTAN. El director de la Seguridad es
el principal consejero del secretario general en materia de seguridad, dirige
el Servicio de Seguridad del cuartel general y es responsable de la
coordinación general de la seguridad en el seno de la OTAN. Pero lo más
importante es que preside el Comité de Seguridad de la alianza atlántica,
órgano que reúne regularmente a los jefes de los servicios de seguridad de los
países miembros de la OTAN para discutir sobre cuestiones de espionaje,
terrorismo, subversión y otras amenazas, entre ellas el comunismo en Europa
occidental, que pudieran representar un peligro para la OTAN.
En Alemania, el investigador Erich Schmidt Eenboom reveló
que los jefes de los servicios secretos de varios países de Europa occidental,
sobre todo los de España, Francia, Bélgica, Italia, Noruega, Luxemburgo y Gran
Bretaña, se habían reunido varias veces a finales del año 1990 para elaborar
una estrategia de desinformación que debía contrarrestar las numerosas
revelaciones sobre Gladio. Aquellas reuniones se desarrollaron al parecer en el
muy secreto Buró de Seguridad. «El hecho que las estructuras clandestinas de
Gladio fuesen coordinadas por un comité internacional de seguridad que se
componía únicamente de representantes de los servicios secretos», resalta el
diario portugués Expresso, «plantea otro problema: el de la soberanía nacional
de cada uno de los Estados».
Durante la guerra fría, ciertos servicios de inteligencia
actuaban fuera de todo marco democrático. «Parece como si varios gobiernos
europeos hubiesen perdido el control de sus servicios secretos» mientras que la
OTAN mantenía, por su parte, relaciones particularmente estrechas con los
servicios secretos militares de cada uno de los Estados miembros. «Parece
evidente que la OTAN aplica un principio de confianza restringida. Según esa
doctrina, ciertos gobiernos no son lo suficientemente activos en la lucha
contra el comunismo así que no es de utilidad informarlos sobre las actividades
del ejército secreto de la OTAN.»
Bajo el título «Manfred Worner habla sobre el Gladio», la
prensa portuguesa publicó detalles suplementarios sobre la reunión del 7 de
noviembre. «El secretario general de la OTAN, el alemán Manfred Worner, explicó
a los embajadores de los 16 países aliados de la OTAN la función de la red secreta
–que fue creada en los años 1950 con el fin de organizar la resistencia ante la
eventualidad de una invasión soviética.» Tras las puertas cerradas, «Worner
confirmó que el comando militar de las fuerzas aliadas, el Supreme Headquarters
Allied Powers Europe (SHAPE), coordina las actividades de la “Red Gladio”,
instaurada por los servicios secretos de los diferentes países de la OTAN, a
través de un comité creado en 1952 y presidido actualmente por el general
Raymond Van Calster, jefe de los servicios secretos militares belgas»,
posteriormente se supo que se trataba del ACC.
Según el diario, «la estructura se creó en Italia antes
de 1947, más tarde redes similares se crearon en Francia, Bélgica, el Reino
Unido, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Noruega y Grecia». «El secretario
general reconoció también que el SHAPE había proporcionado “informaciones
falsas” negando la existencia de esa red secreta, pero se negó a explicar las
numerosas contradicciones en las que se enredaron numerosos gobiernos al
confirmar o negar la realidad sobre las redes Gladio en sus respectivos
países».
En medio de la tormenta, la prensa trató repetidamente de
obtener una explicación, o al menos algún comentario, de la más alta autoridad
civil de la alianza atlántica, el secretario general de la OTAN Manfred Worner.
Pero, conforme a la política de la alianza que consistía en no pronunciarse
sobre secretos militares, Worner rechazó todos los pedidos de entrevistas. El
término «secretos militares» focalizó la atención de los periodistas, que
empezaron entonces a buscar ex responsables de la OTAN ya retirados que
pudiesen expresarse con más libertad sobre el caso.
Joseph Luns, un ex diplomático de 79 años que había
ocupado las funciones de secretario general de la OTAN desde 1971 hasta 1984,
concedió una entrevista telefónica a varios reporteros desde su apartamento en
Bruselas. Afirmó no haber sido informado nunca de la existencia de la red
secreta, hasta que se había enterado, en fecha reciente, a través de la prensa:
«Yo nunca había oído hablar de eso a pesar de que ejercí algunas responsabilidades
en el seno de la OTAN». Luns admitió, sin embargo, haber sido puesto al tanto
«de forma limitada» en ocasión de operaciones especiales y estimó como «poco
probable pero no imposible» que Gladio hubiera podido existir sin que él lo
supiera.
«El único organismo internacional que ha funcionado es la
OTAN, simplemente porque se trata de una alianza militar y porque nosotros
estábamos al mando», respondió un día el presidente estadounidense Richard
Nixon. Hacía notar, con toda razón, que, aunque la OTAN tenía su sede europea
en Bélgica, su verdadero cuartel general estaba en Washington, en el Pentágono.
Desde la creación de la alianza atlántica, el comandante en jefe de la zona
Europa, el SACEUR (Supreme Allied Commander Europe), que ejerce sus funciones
desde su cuartel general, el SHAPE, con sede en Casteau (Bélgica), fue siempre
un general estadounidense. Los europeos podían, por su parte, nombrar al más
alto responsable civil, el secretario general. Pero, desde la nominación del
general Dwight Eisenhower como primer SACEUR, la más alta función militar en
Europa estuvo sistemáticamente en manos de oficiales estadounidenses.
Thomas Polgar, oficial de la CIA en retiro, confirmó,
después de que se descubriera la existencia de los ejércitos secretos en Europa
occidental, que la coordinación de dichos ejércitos estaba a cargo de «una
especie de grupo de planificación de guerra no convencional» vinculado a la
OTAN. Sus palabras fueron confirmadas por la prensa alemana cuando esta subrayó
que, durante todo el periodo de la guerra fría, ese departamento secreto de la
OTAN estuvo bajo control estadounidense.
«Las misiones de los ejércitos secretos son coordinadas
por la “Sección de Fuerzas Especiales”, que se encuentra en un ala altamente
vigilada del cuartel general de la OTAN en Casteau», reportó un diario alemán.
«Una puerta gris de acero que se abre como la caja fuerte
de un banco y mediante una combinación cifrada impide el acceso de toda persona
no autorizada. Los oficiales de los demás departamentos invitados a penetrar
allí tienen que presentarse en una ventanilla oscura en la que son sometidos a
un control. La Sección de Fuerzas Especiales está bajo la dirección de oficiales
británicos y estadounidenses exclusivamente y la mayoría de los documentos que
allí circulan llevan la inscripción “American eyes only” (únicamente para el
personal americano)».
Para contrarrestar la influencia de los partidos
comunistas en ciertos países de Europa occidental, la OTAN había emprendido,
desde su creación al término de la Segunda Guerra Mundial, una guerra secreta
no convencional. Según los descubrimientos de la investigación parlamentaria
belga sobre el Gladio, esa lucha comenzó incluso antes de la fundación de la
alianza atlántica, bajo la coordinación, a partir de 1948, del “Clandestine
Committee of the Western Unión” (CCWU) o Comité Clandestino de la Unión
Occidental.
Según la prensa, todas las, «naciones [participantes en
Gladio] eran miembros del CCWU y asistían regularmente a reuniones a través de
un representante de sus servicios secretos. Estos estaban generalmente en
contacto directo con las estructuras stay-behind].
En 1949, al firmarse el Tratado del Atlántico Norte, el
CCWU fue secretamente incorporado al nuevo aparato militar internacional y
operó, a partir de 1951, bajo la nueva apelación de CPC. En aquella época, el
cuartel general europeo de la OTAN se encontraba en Francia y el CPC tenía su
sede en París. Como antes lo había hecho el CCWU, el Comité se encargaba de la
planificación, la preparación y la dirección de las operaciones de guerra no
convencional que realizaban los ejércitos stay-behind y las Fuerzas Especiales.
Sólo los oficiales que disponían de autorizaciones emitidas por el nivel
superior estaban autorizados a penetrar en la sede del CPC donde, bajo la
vigilancia de los expertos de la CIA y del MI6, se reunían varias veces al año
los jefes de los servicios secretos de los Estados de Europa occidental para coordinar
las operaciones de guerra clandestina que se desarrollaban en toda la parte
occidental del continente.
En 1966, cuando el presidente de la República Francesa
Charles de Gaulle expulsó a la OTAN de Francia, el cuartel general europeo de
la alianza atlántica tuvo que mudarse de París a Bruselas, lo cual provocó la
cólera del presidente de los Estados Unidos, Lyndon Johnson. En el más absoluto
secreto, el CPC también se mudó para Bélgica, como se reveló gracias a la
investigación sobre el Gladio belga. La histórica expulsión de la OTAN del
territorio francés ofreció entonces una primera imagen real de los oscuros
secretos de la alianza atlántica.
Para Philip Willan, especialista en operaciones secretas:
«La existencia de protocolos secretos de la OTAN que implicaban a los servicios
secretos de los países firmantes y que tenían como objetivo evitar que los
comunistas tuviesen acceso al poder se divulgó por vez primera en 1966, cuando
el presidente De Gaulle decidió retirarse del comando conjunto de la OTAN y
denunció esos protocolos como una violación de la soberanía nacional».
Si los documentos originales de los protocolos
anticomunistas secretos de la OTAN siguen siendo confidenciales, las
especulaciones sobre su contenido no dejaron de multiplicarse como consecuencia
del descubrimiento de la existencia de los ejércitos secretos stay-behind. En
un artículo dedicado al Gladio, el periodista estadounidense Arthur Rowse
escribió que, «una cláusula secreta del tratado inicial de la OTAN de 1949
estipulaba que todo país candidato a la adhesión tenía que haber instaurado
anteriormente una autoridad de Seguridad Nacional encargada de dirigir la lucha
contra el comunismo por grupos clandestinos de ciudadanos».
Un especialista italiano en servicios secretos y
operaciones clandestinas, Giuseppe de Lutiis, descubrió que, en el momento de
su integración a la OTAN, en 1949, Italia firmó, además del Pacto Atlántico,
una serie de protocolos secretos que estipulaban la creación de una
organización no oficial, «encargada de garantizar el alineamiento de la
política interna italiana con la del bloque occidental por todos los medios
necesarios, incluso en que caso de que la población llegara a manifestar una inclinación
divergente».
El historiador italiano especializado en el Gladio, Mario
Coglitore, ha confirmado también la existencia de esos protocolos secretos de
la OTAN. Después de las revelaciones de 1990, un ex oficial de inteligencia de
la OTAN, que puso énfasis en conservar el anonimato, llegó a afirmar que esos
documentos protegían explícitamente a los miembros de la extrema derecha
considerados útiles en la lucha contra los comunistas.
El presidente de los Estados Unidos Truman y el canciller
alemán Adenauer al parecer, «firmaron un protocolo secreto durante la adhesión
de la RFA a la OTAN, en 1955, en el que se estipulaba que las autoridades de
Alemania Occidental se abstendrían de emprender acciones judiciales contra
reconocidos extremistas de derecha».
El general italiano Paolo Inzerilli, quien dirigió el
Gladio en su país desde 1974 hasta 1986, subrayó que los «omnipresentes
americanos» controlaban el CPC secreto que se hallaba a cargo de la
coordinación de la guerra clandestina. Según el general Inzerilli, el Comité
había sido fundado, «por orden del comandante en jefe de la OTAN en Europa. Era
[el Comité] el intermediario entre el SHAPE, el cuartel general de las
potencias aliadas en Europa y los servicios secretos de los Estados miembros
para las cuestiones de guerra no convencional». Estados Unidos controlaba el
CPC, con sus vasallos británicos y franceses, y constituía juntos a estos
últimos una “Comisión Ejecutiva” en el seno del Comité.
«Las reuniones se sucedían al ritmo de una o dos al año
en el cuartel general del CPC, en Bruselas, y los asuntos del orden del día se
debatían entre la “Comisión Ejecutiva” y los responsables militares»,
testimonió Inzirelli. «La coordinación entre las acciones de nuestra red
stay-behind y las de las estructuras clandestinas análogas en Europa la hacía
el CPC, el Coordination and Planning Comité [Comité de Planificación y
Coordinación] del SHAPE, el cuartel general de las potencias aliadas en
Europa», explicó el general italiano Gerardo Serravalle.
Predecesor del general Inzirelli, el general Serravalle
había tenido bajo sus órdenes el Gladio en Italia entre 1971 y 1974. Serravalle
contó que, «durante los años 1970, los miembros del CPC eran los oficiales
responsables de las estructuras secretas de Gran Bretaña, Francia, Alemania,
Bélgica, Luxemburgo, Holanda e Italia. Esos representantes de las redes
clandestinas se reunían cada año en una de las capitales europeas»
Altos responsables de la CIA asistían a cada una de esas
reuniones. «Siempre había representantes de la CIA en las reuniones de los
ejércitos stay-behind», recuerda Serravalle. «Pertenecían a la estación CIA de
la capital donde se desarrollaba la reunión y no participaban en las
votaciones». «La “Directiva SHAPE” desempeñaba el papel de referencia oficial,
por no decir de doctrina para las redes stay-behind», explica el general
Serravalle en su libro dedicado al Gladio. Precisa también que las grabaciones
del CPC, que él mismo pudo consultar pero que siguen siendo confidenciales, «abordan
[sobre todo] el entrenamiento de los miembros del Gladio en Europa, cómo
activarlos desde el cuartel general secreto en caso de ocupación del conjunto
del territorio nacional y otras cuestiones técnicas como, por citar la más
importante, la unificación de los diferentes sistemas de comunicación entre las
bases stay-behind».
Paralelamente al CPC, un segundo puesto de mando secreto
que funcionaba como un cuartel general stay-behind fue creado por la OTAN a
principios de los años 1950 bajo el nombre de ACC. Al igual que el CPC, el ACC
estaba en contacto directo con el SACEUR, que a su vez estaba bajo control
estadounidense.
Según las conclusiones de la investigación belga sobre
Gladio, el ACC fue creado en 1955 y se encargó de, «la coordinación de las
redes “stay-behind” en Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia,
Luxemburgo, Holanda, Noruega, Gran Bretaña y en Estados Unidos».
Según el informe sobre la investigación belga, en tiempo
de paz las funciones del ACC, «incluían la elaboración de directivas destinadas
a la red, el desarrollo de sus capacidades secretas y el establecimiento de
bases en Gran Bretaña y Estados Unidos. En caso de guerra, se suponía que debía
preparar acciones stay-behind conjuntamente con el SHAPE; a partir de ahí, los
organizadores tenían que activar las bases clandestinas y preparar las
operaciones».
El comandante del Gladio italiano, Inzirelli, afirma que
«las relaciones en el seno del ACC eran totalmente diferentes» a las que
existían en el CPC. «La atmósfera era claramente más relajada y amigable que en
el CPC.» El ACC, fundado en cumplimiento de «una orden expresa del SACEUR al
CPC», al parecer «se convirtió en una ramificación» de este último.
Parece que ese organismo sirvió sobre todo como un foro
donde se compartía la experiencia del Gladio entre los jefes de los servicios
secretos: «El ACC era un comité esencialmente técnico, un foro donde uno podía
intercambiar información y experiencias, mencionar los medios disponibles o en
estudio, compartir sus conocimientos sobre las redes, etc…»
El general Inzirelli recuerda: «Nos hacíamos favores
mutuamente. Cada uno de nosotros sabía que, si le hacía falta un experto en
explosivos, en telecomunicaciones o en represión para una operación, podía
dirigirse sin problemas a un colega extranjero ya que los agentes habían
recibido el mismo entrenamiento y utilizaban el mismo tipo de equipamiento».
Los radiotransmisores llamados Harpoon eran parte del
equipamiento de todos los miembros del ACC. La firma alemana AEG Telefunken los
había concebido y fabricado a mediados de los años 1980, por orden del comité
de dirección de Gladio, a un costo total de 130 millones de marcos, para
reemplazar un sistema de comunicaciones que se había hecho obsoleto.
El sistema Harpoon podía transmitir y recibir mensajes
radiales codificados a una distancia de 6,000 kilómetros permitiendo así la
comunicación entre las redes stay-behind que se encontraban a ambos lados del
Atlántico. «El único equipamiento que tienen en común todos los miembros del
ACC es el famoso radiotransmisor Harpoon», reveló Van Ussel, un miembro del
Gladio belga que había utilizado ese equipo personalmente en los años 1980,
cuando era un miembro activo de la organización.
Según Van Ussel, «ese sistema se utilizaba regularmente
para transmitir mensajes entre las bases y los agentes (en particular durante
los ejercicios de comunicación por radio), pero estaba destinado sobre todo a
la transmisión de información de inteligencia en caso de ocupación».
El ACC disponía de bases en todos los países europeos, incluyendo
una en el Reino Unido. Desde esas bases se podía activar y dirigir las unidades
presentes en los territorios ocupados. Al parecer, el ACC editaba manuales
destinados a los miembros de Gladio. Estos manuales indicaban los
procedimientos comunes a seguir en la realización de acciones clandestinas, las
comunicaciones radiales codificadas y el salto de frecuencia, así como el
abastecimiento por vía aérea y los aterrizajes. El ACC tenía un sistema de
presidencia rotativa con un mandato de 2 años. En 1990, dicha presidencia
estaba en manos de Bélgica. La reunión del ACC que tuvo lugar durante los días
23 y 24 de noviembre se desarrolló bajo la presidencia del general de división
Raymond Van Calster, jefe del SGR, los servicios secretos militares belgas.
El general Inzirelli recordó que, «al contrario del CPC, el ACC no tenía una dirección establecida y permanente. La presidencia del Comité se asumía por 2 años y rotaba entre todos los miembros, por orden alfabético».
Por esa razón, el ACC no estaba sometido, «al mismo
dominio de las grandes potencias». Inzirelli afirmó que él prefirió trabajar en
el ACC en vez de hacerlo en el CPC, bajo control de los estadounidenses: «Tengo
que reconocer, por haberlo presidido yo mismo durante 2 años, que el ACC era un
comité verdaderamente democrático».
En el marco de toda investigación exhaustiva sobre la
Operación Gladio y las redes stay-behind, salta a la vista la importancia de
las transcripciones y grabaciones de las reuniones del CPC y del ACC como
fuentes esenciales. Desgraciadamente, a pesar de los años transcurridos desde
el descubrimiento de esa red altamente secreta, las autoridades de la OTAN se
han limitado, al igual que en 1990, a oponer el silencio o el rechazo a las
exigencias del público en ese sentido. Al realizar nuestra propia
investigación, durante el verano del año 2000, cuando nos pusimos en contacto
con el servicio de archivos de la OTAN para solicitar acceso a informaciones
suplementarias sobre Gladio, esencialmente sobre el CPC y el ACC, recibimos la
siguiente respuesta:
«Después de haber verificado en nuestros archivos, no
existe huella alguna de los comités que usted menciona». Cuando insistimos, el
servicio de archivos nos respondió: «Le confirmo nuevamente que los comités que
usted menciona nunca han existido en el seno de la OTAN. Además, la
organización que usted llama “Gladio” nunca ha formado parte de la estructura
militar de la OTAN».
Llamamos entonces al Buró de Seguridad de la OTAN, pero
nunca pudimos hablar con su director. Ni siquiera pudimos conocer su identidad,
clasificada como “confidencial”. La señora Isabelle Jacobs nos informó que era
altamente improbable que lográsemos obtener respuestas a nuestras preguntas
sobre un tema tan sensible como el Gladio y nos aconsejó que transmitiéramos
nuestro pedido por escrito a través de la embajada de nuestro país de origen.
Fue así que, después de que la Misión Suiza de
Observación en Bruselas transmitiera a la OTAN nuestras preguntas sobre el caso
Gladio, el embajador de Suiza Anton Thalmann nos respondió que sentía
informarnos que, «Ni yo ni mi personal tenemos conocimiento de la existencia de
los comités secretos de la OTAN que menciona usted en su carta».
Nuestras preguntas eran: «¿Cuál es el vínculo entre la
OTAN, el Clandestine Planning Committee (CPC) y el Allied Clandestine Committee
(ACC)? ¿Qué papel desempeñan el CPC y el ACC? ¿Qué vínculo existe entre el CPC,
el ACC y el Buró de Seguridad de la OTAN?». El 2 de mayo de 2001 recibimos una
respuesta de Lee McClenny, director del servicio de prensa y comunicación de la
OTAN.
En su carta, McClenny afirmaba que, «Ni el Allied
Clandestine Committee, ni el Clandestine Planning Committee aparecen en la
documentación de la OTAN, confidencial o no, que he consultado.» Y agregaba:
«Además, no he podido encontrar a nadie que trabaje aquí que haya oído hablar
de esos comités. Ignoro si tales comités han existido alguna vez en la OTAN, lo
que sí es seguro es que no es el caso hoy en día». Nuevamente insistimos y
preguntamos: «¿Por qué el vocero de la OTAN Jean Marcotta negó categóricamente,
el 5 de noviembre de 1990, todo vínculo entre la OTAN y el Gladio, palabras que
fueron desmentidas dos días después por un segundo comunicado?».
La respuesta de Lee McCleny fue: «No estoy al corriente
de la existencia de vínculos entra la OTAN y la Operación Gladio. Además, no
encuentro a nadie con el nombre de Jean Marcotta en la lista de voceros de la
OTAN».
Se mantenía el misterio. La CIA, la agencia de
inteligencia más poderosa del mundo, no se mostró más inclinada a cooperar que
la mayor alianza militar del mundo si se trataba de abordar la delicada
cuestión del Gladio y de los ejércitos stay-behind. Fundada en 1947, dos años
antes de la creación de la OTAN, la principal tarea de la CIA durante la guerra
fría consistió en combatir el comunismo a lo largo y ancho del planeta mediante
la realización de operaciones secretas cuyo objetivo era extender la influencia
de los Estados Unidos.
El presidente Nixon indicó una vez que, «acciones
clandestinas» eran para él «aquellas actividades que, aunque están destinadas a
favorecer los programas y políticas de los Estados Unidos en el extranjero, se
planifican y ejecutan de forma tal que el público no vea en ellas la mano del
gobierno americano».
Historiadores y analistas políticos han descrito
posteriormente de forma detallada la manera como la CIA y las Fuerzas
Especiales estadounidenses influyeron en la evolución política y militar de
numerosos países de América Latina mediante guerras secretas y no declaradas. Entre
los hechos más destacados podemos citar:
- el derrocamiento del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, en 1954
- el fracasado desembarco en Bahía de Cochinos, en 1961, que debía provocar la destitución de Fidel Castro
- el asesinato de Ernesto Che Guevara en Bolivia, en 1967
- el golpe de Estado contra el presidente chileno Salvador Allende y la instalación en el poder del dictador Augusto Pinochet, en 1973
- así como el financiamiento de los Contras en Nicaragua, después de la revolución sandinista de 1979
- Además de esas acciones en el continente sudamericano, la CIA intervino también en numerosas ocasiones en Asia y en África,
- derrocando el gobierno de Mossadegh en Irán, en 1953
- apoyando la política de apartheid en Sudáfrica, lo cual condujo al encarcelamiento de Nelson Mandela
- ayudando a Ben Laden y al-Qaeda en Afganistán, durante la invasión soviética de 1979
- apoyando al líder khmer rojo Pol Pot desde los bases que había conservado en Camboya, después de la derrota estadounidense en Vietnam, en 1975
Desde un punto de vista estrictamente técnico, el
departamento de operaciones secretas de la CIA corresponde a la definición de
organización terrorista que hace el FBI.
El “terrorismo” es, según el FBI, «el uso ilegal de la
fuerza o de la violencia contra personas o bienes con el fin de intimidar y
obligar a un gobierno, una población civil o un segmento de ésta última a
perseguir ciertos objetivos políticos o sociales».
A mediados de los años 1970, cuando el Congreso de los Estados Unidos descubrió que la CIA y el Pentágono habían extendido sus propios poderes casi más allá de todo control, sobrepasándolos incluso en numerosas ocasiones, el senador estadounidense Frank Church hizo, con bastante buen tino, el siguiente comentario: «La multiplicación de los abusos cometidos por nuestros servicios de inteligencia es reveladora de un fracaso más general de nuestras instituciones fundamentales». El senador Church presidía una de las 3 comisiones del Congreso que recibieron la misión de investigar sobre los actos de los servicios secretos estadounidenses y cuyos informes, presentados a mediados de los años 1970, constituyen hoy en día une referencia autorizada en lo tocante a las guerras secretas de Washington. Sin embargo, el impacto de las investigaciones del Congreso estadounidense fue limitado y los servicios secretos siguieron abusando de sus prerrogativas, con el apoyo de la Casa Blanca, como quedó demostrado durante el escándalo del Irángate, en 1986. Aquello llevó a la historiadora Kathryn Olmsted a plantearse la siguiente «pregunta crucial»: «¿Por qué, después de haber emprendido su investigación, la mayoría de los periodistas y miembros del Congreso renunciaron a desafiar el gobierno secreto?».
Mientras se desarrolla en Estados Unidos el debate sobre
la existencia o no de un «gobierno de la sombra», el fenómeno Gladio prueba que
la CIA y el Pentágono han operado repetidamente fuera de todo control
democrático durante la guerra fría, e incluso después del derrumbe del
comunismo, sin tener nunca que rendir cuentas sobre sus intrigas.
Durante una entrevista concedida a la televisión italiana
en diciembre de 1990, el almirante Stanfield Turner, director de la CIA de 1977
a 1981, se negó de plano a hablar del escándalo Gladio. Cuando los periodistas,
que tenían en mente la gran cantidad de víctimas de los numerosos atentados
perpetrados en Italia, trataron de insistir, el ex jefe de la CIA se quitó el
micrófono con furia y gritó: «¡Dije que cero preguntas sobre Gladio!», poniendo
así fin a la entrevista.
Ex oficiales de la CIA de menos rango aceptaron de mejor
grado hablar de los secretos de la guerra fría y de las operaciones ilegales de
la agencia estadounidense. Entre ellos, Thomas Polgar, quien se retiró en 1981,
al cabo de 30 años de servicio. En 1991, Polgar prestó testimonio contra la
nominación de Robert Gates a la cabeza de la CIA, reprochándole el hecho de
haber enmascarado el escándalo del Irángate. Interrogado sobre los ejércitos
secretos en Europa, Polgar explicó, refiriéndose implícitamente al CPC y al
ACC, que la coordinación de los programas stay-behind estaba en manos de «una
especie de grupo de planificación de guerra no convencional vinculado a la
OTAN». En sus cuarteles generales secretos, los jefes de los ejércitos secretos
nacionales «se reunían cada 2 o 3 meses, siempre en una capital diferente».
Polgar subraya que, «cada servicio nacional lo hacía con
mayor o menor celo», aunque admite que «en los años 1970 en Italia, algunos
fueron incluso más lejos de lo que exigía la carta de la OTAN».
El periodista Arthur Rowse, ex colaborador del Washington
Post, dio a conocer «Las lecciones de Gladio» en un ensayo dedicado al tema: «Mientras
el pueblo estadounidense siga ignorando todo ese oscuro capítulo de las
relaciones exteriores de los Estados Unidos eso no incitará realmente a las
agencias responsables de esta situación a cambiar de comportamiento. El fin de
la guerra fría no cambió gran cosa en Washington. Estados Unidos (…) sigue
esperando con impaciencia un verdadero debate nacional sobre los medios, los
objetivos y los costos de nuestras políticas federales de seguridad».
Especializados en el estudio de las operaciones
clandestinas de la CIA y de los secretos de la guerra fría, los investigadores
del instituto privado e independiente de investigación National Security
Archive de la universidad George Washington, en Washington, presentaron a la
CIA, el 15 de abril de 1991, un pedido basado en la Freedom of Information Act
(FOIA). Según los términos de esta ley sobre la libertad de información, todos
los servicios del gobierno estadounidense están obligados a justificar ante la
ciudadanía la legalidad de sus actos.
Malcolm Byrne, vicedirector de investigación del National
Security Archive, solicitaba a la CIA el acceso a, «todos los archivos
vinculados (…) a las decisiones del gobierno estadounidense, tomadas
probablemente entre 1951 y 1955, sobre el financiamiento, el apoyo o la
colaboración con todo ejército secreto, con toda red o con cualquier otra
unidad, creados con el objetivo de resistir ante una posible invasión de Europa
occidental por parte de potencias bajo dominio comunista o de realizar
operaciones de guerrilla en países de Europa occidental ante la hipótesis de
que éstos se encontraran bajo el control de partidos o de regímenes comunistas,
de izquierda o que gozaran del apoyo de la Unión Soviética».
Byrne agregaba: «Le ruego que incluya usted en su
búsqueda todo documento que mencione actividades conocidas bajo el nombre de
“Operación Gladio”, en particular en Francia, en Alemania y en Italia».
Byrne precisaba, con toda razón, que, «todos los
documentos obtenidos como consecuencia de este pedido ayudarán a dar a conocer
al público la política exterior de los Estados Unidos en el periodo posterior a
la Segunda Guerra Mundial, así como el impacto del conocimiento, análisis y
adquisición de datos de inteligencia en la política estadounidense de la
época».
Pero la CIA se negó a cooperar y, el 18 de junio de 1991,
presentó la siguiente respuesta: «La CIA no puede confirmar ni negar la
existencia o la inexistencia de archivos que respondan a los criterios de su
pedido».
Byrne trató de reclamar ante la negativa de la CIA a
proporcionarle información sobre Gladio, pero su gestión fue impugnada. La CIA
fundamentó su negativa a cooperar invocando dos dispensas que permiten bloquear
la aplicación de la ley sobre la libertad de información y que sirven
prácticamente para cubrir cualquier cosa ya que excluyen cualquier documento, «clasificado
como “confidencial” en virtud de una decisión tomada por el Ejecutivo en
interés de la Defensa Nacional o de la política exterior» (Dispensa B1) o a
título de las «obligaciones inherentes al estatus del director de proteger la
confidencialidad de las fuentes y métodos de inteligencia, tales como la
organización, las funciones, nombres, títulos oficiales, ingresos y número de
los empleados de la Agencia, conforme a la National Security Act de 1947 y a la
CIA Act de 1949» (Dispensa B3).
Los responsables europeos no navegaron con más fortuna
cuando trataron de enfrentarse al gobierno secreto. En marzo de 1995, una
comisión del Senado italiano presidida por Giovanni Pellegrino, comisión que
había realizado una investigación sobre Gladio y sobre los atentados
perpetrados en Italia, presentó a la CIA un pedido FOIA.
Los senadores italianos pedían acceso a todos los
archivos vinculados a las Brigadas Rojas y al secuestro de Aldo Moro para
aclarar si, en el marco de su programa de intromisión en los asuntos de Italia,
la CIA había infiltrado el grupo terrorista de extrema izquierda antes de que
este asesinara al ex primer ministro italiano y líder de la democracia
cristiana italiana Aldo Moro, en 1978.
La CIA se negó a cooperar, invocando las dispensas B1 y
B3 y rechazó, en mayo de 1995, todos los pedidos de acceso presentados
agregando que dicho rechazo «no confirmaba ni negaba la existencia o la
inexistencia en los archivos de la CIA de los documentos solicitados».
La prensa italiana subrayó lo embarazoso de aquel rechazo
y tituló: «La CIA rechaza pedido de asistencia de la Comisión parlamentaria.
Secuestro de Moro, secreto de Estado en Estados Unidos».
El segundo pedido de información sobre Gladio proveniente
de un gobierno europeo fue presentado a la CIA por el gobierno de Austria en
enero de 2006, como consecuencia del descubrimiento de varios escondites de
armas “altamente secretos” que la CIA había preparado para el Gladio en
montañas y bosques de aquel país, a pesar de la neutralidad de Austria.
Representantes del gobierno estadounidense respondieron
que Estados Unidos correría con los gastos ocasionados por el desenterramiento
y la recogida del equipamiento de las redes. La investigación austriaca estuvo
a cargo de los servicios del ministro del Interior Mickael Sika, quien presentó
su informe final sobre los depósitos de municiones de la CIA el 28 de noviembre
de 1997 al declarar: «No es posible llegar con certeza a ninguna conclusión en
lo tocante a los escondites de armas y el uso al que estaban destinadas». Por
lo tanto: «Para aclarar totalmente el caso sería necesario disponer de los
documentos vinculados a éste, especialmente los que se encuentran en Estados
Unidos».
Un miembro de la Comisión, Oliver Rathkolb, de la
universidad de Viena, presentó entonces un pedido FOIA cuyo objetivo era
obtener acceso a los archivos de la CIA. Pero en 1997, el comité de divulgación
de la agencia opuso un nuevo rechazo que invocaba nuevamente las dispensas B1 y
B3 dejando así a los austriacos con la amarga impresión de que la CIA no estaba
obligada a rendir cuentas ante nadie.
Siendo esta la única posibilidad de obtener acceso a los
archivos vinculados al Gladio, nosotros mismos presentamos a la CIA un pedido FOIA
el 14 de diciembre de 2000. Dos semanas más tarde recibimos una respuesta
evasiva a nuestro pedido «vinculado a la “Operación Gladio”»: «La CIA no puede
confirmar ni negar la existencia o la inexistencia de documentos que
correspondan a su pedido».
Al invocar las dispensas restrictivas B1 y B3, la
coordinadora encargada de la información y de las cuestiones vinculadas al
respeto de la vida privada, la señora Kathryn I. Dyer nos negó el acceso a las
informaciones sobre la Operación Gladio.
Nosotros hicimos oposición a aquella decisión señalando
que: «Los documentos retenidos deben publicarse en virtud de la ley FOIA sobre
la libertad de expresión ya que las cláusulas B1 y B2 sólo pueden aplicarse a
las operaciones de la CIA que siguen siendo secretas». Seguidamente
demostrábamos que el Gladio no se encontraba ya en ese caso, precisando los
datos que ya habíamos recogido anteriormente durante nuestras investigaciones,
y concluimos: «Si usted, señora Dyer, invoca en este contexto las cláusulas
restrictivas B1 y B3, está usted privando a la CIA de la posibilidad de
expresarse sobre informaciones relativas al caso Gladio, [informaciones] que de
todas maneras serán reveladas, decida o no la CIA intervenir».
En febrero de 2001, la CIA nos respondió: «Su apelación
ha sido aceptada y se tomarán disposiciones para que la examinen los miembros
del comité de divulgación de la Agencia. Usted será informado de la decisión
que se tome.» Al mismo tiempo, la CIA precisó que aquella comisión procesaba
los pedidos en función de la fecha en que habían sido presentadas y que «en
este momento, tenemos alrededor de 315 apelaciones por examinar».
Nuestro pedido sobre la red Gladio quedaba así en espera,
debajo del montón. En el momento en que redactamos este libro la comisión
seguía sin dar respuesta.
Después de la OTAN y la CIA, la tercera organización en
orden de importancia implicada en la operación stay-behind era el MI6
británico. En 1990, el MI6 no adoptó posición alguna sobre el caso Gladio
debido a una legendaria obsesión por el secreto. La existencia misma del MI6 no
fue admitida oficialmente hasta 1994, con la publicación de la Intelligence
Services Act que estipulaba que la misión de ese servicio consistía en obtener
información de inteligencia y ejecutar acciones secretas en el extranjero.
Mientras que el ejecutivo británico y el MI6 se negaban a
hacer cualquier comentario, Rupert Allason, miembro del partido conservador,
redactor del Intelligence Quarterly Magazine bajo el seudónimo de Nigel West y
autor de varios libros sobre los servicios británicos de seguridad, confirmó,
en noviembre de 1990, en pleno apogeo del escándalo Gladio y en una entrevista
telefónica concedida a la Associated Press: «Estábamos, y seguimos estando
todavía, fuertemente implicados (…) en esas redes».
West explicó que Gran Bretaña, «participó, claro está,
junto a los estadounidenses, en el financiamiento y la dirección» de varias
redes y que también participaba en el marco de la colaboración entre el MI6 y
la CIA: «Son las agencias de inteligencia británicas y estadounidenses las que
dieron origen al proyecto». West afirmó que, a partir de 1949, el accionar de
los ejércitos stay-behind había sido coordinado por la Estructura de Comando y
Control de las Fuerzas Especiales de la OTAN, en cuyo seno el Special Air
Service (SAS) desempeñaba un papel estratégico.
«La responsabilidad de Gran Bretaña en la creación de las
redes stay-behind en toda Europa es absolutamente fundamental», reportó la BBC,
con cierto retraso, en su edición vespertina del 4 de abril de 1991. El
presentador de noticias John Simpson acusó al MI6 y al ministerio de Defensa
británico de no divulgar toda la información que tenían sobre el tema, «en
momentos en que las revelaciones sobre Gladio han provocado que se descubriera
la existencia de ejércitos stay-behind en otros países europeos –en Bélgica,
Francia, Holanda, España, Grecia y Turquía. Hasta en países neutrales como
Suecia y Suiza la cuestión dio lugar a un debate público.
En ciertos casos se han abierto investigaciones oficiales. En cambio, nada se ha hecho todavía en Gran Bretaña. Sólo hemos tenido los acostumbrados comunicados del ministerio de Defensa que no quiere comentar las cuestiones de Seguridad Nacional». Simpson declaró que después de la caída del Muro de Berlín los británicos habían podido conocer, con una mezcla de horror y fascinación, los complots y las operaciones de terrorismo urdidos por la Stasi, la Securitate y otros servicios secretos de Europa oriental para derribar a la Unión Soviética.
«¿Es posible que nuestro bando haya cometido actos
comparables? ¡Nunca!», comentó con ironía antes de llamar la atención hacia los
servicios de seguridad de Europa occidental. «Pero ahora empiezan a aparecer
informaciones sobre los abusos que pudieran haber cometido la mayoría de los
servicios secretos de los miembros de la OTAN. En Italia, una comisión
parlamentaria ha recibido la misión de investigar las acciones de un ejército
secreto creado por el Estado con el objetivo de resistir en caso de invasión
soviética. La investigación ha permitido descubrir la existencia de fuerzas
armadas clandestinas similares en toda Europa. Pero el grupo italiano, conocido
bajo el nombre de Gladio, es sospechoso de haber participado en una serie de
atentados terroristas».
La BBC no logró obtener de los responsables del gobierno
ninguna reacción sobre el escándalo Gladio. La confirmación oficial de la
implicación del MI6 sólo llegó años más tarde y en un contexto más bien sui
generis: en un museo. En julio de 1995, se inauguró en el Imperial War Museum
de Londres una nueva exposición permanente titulada «Las guerras secretas».
«Todo lo que usted puede ver en esta exposición es parte
de los secretos mejor guardados de este país», se aseguraba a los visitantes en
la entrada. «Por vez primera se revelan al público. Y lo más importante, todo
es verídico… la realidad es mucho más increíble y apasionante que la ficción». En
una de las vitrinas dedicadas al MI6 un discreto comentario confirmaba que: «Los
preparativos con vistas a una Tercera Guerra Mundial incluían la creación de
comandos stay-behind equipados para operar detrás de las líneas enemigas en
caso de invasión soviética en Europa occidental».
En la misma vitrina, se exhibía una gran caja llena de
explosivos con la siguiente explicación: «Explosivos concebidos especialmente
por el MI6 para ser escondidos en territorios susceptibles de pasar al enemigo.
Podían mantenerse enterrados durante años sin sufrir la menor alteración.»
Junto a un manual sobre técnicas de sabotaje destinado a
los comandos stay-behind se podía leer: «En la zona británica de ocupación en
Austria, oficiales de la Marina Real fueron destacados especialmente para
preparar escondites de armas en regiones de montaña y colaborar con agentes
reclutados en el terreno».
Varios ex oficiales del MI6 interpretaron aquella
exposición como una señal de que podían hablar en lo adelante sobre la
Operación Gladio.
Meses después de la inauguración, los ex oficiales Giles
y Preston, ambos de la Marina Real, los únicos agentes del MI6 cuyos nombres se
mencionan en la exposición junto a una fotografía tomada «en los Alpes
austriacos, 1953-1954», confirmaron al escritor Michael Smith que a finales de
los años 1940 y principios de los años 1950 estadounidenses y británicos habían
reclutado unidades stay-behind en Europa occidental en previsión de una invasión
soviética.
Giles y Preston fueron enviados a Fort Monckton, no lejos
de Portsmouth, en Inglaterra, donde los miembros del Gladio compartían el
entrenamiento de los hombres des SAS bajo la dirección del MI6.
Se les entrenaba en codificación [de mensajes], uso de armas de fuego y operaciones secretas.
«Teníamos que hacer ejercicios, salir en medio de la
noche y simular voladuras de trenes sin que nos descubriera el jefe de la
estación de trenes», recuerda Preston. «Nos acercábamos a rastras y hacíamos
como si pusiéramos cargas explosivas en el lado derecho de la locomotora».
Giles recuerda haber participado en operaciones de
sabotaje contra trenes británicos en servicio como, por ejemplo, el ejercicio
que tuvo lugar en la estación de Eastleigh: «Poníamos ladrillos en las
locomotoras para simular las cargas de explosivo plástico. Recuerdo hileras e
hileras de vagones enteramente recubiertos de una espesa capa de nieve,
detenidos en medio de las nubes de vapor. Había patrullas de soldados con
perros. En un momento dado, los guardias se acercaron. Tuve entonces que
esconderme entre los cilindros de las locomotoras y esperar que pasaran.
También quitamos la tapa de los tanques de aceite de los ejes para echarles
arena. Como consecuencia [los ejes] se re-calentaban en el trayecto al cabo de algunas decenas
de kilómetros».
A los dos agentes no parecía preocuparles que se tratara de
trenes públicos en servicio: «No era problema mío», explicó Giles, «sólo
estábamos jugando».
«Yo tuve que recorrer Greenwich durante 10 días para
aprender a cumplir misiones de seguimiento de personas y a despistar a quienes
estuviesen siguiéndome a mí, la realidad concreta de la labor del espía»,
cuenta Preston. Posteriormente, los dos agentes fueron enviados a Austria con
la misión de reclutar agentes y entrenarlos y supervisaron la red de «búnkeres
subterráneos llenos de armas, ropa y material» que montaban «el MI6 y la CIA»
para uso del Gladio austriaco.
Al visitar el cuartel general del MI6 al borde del
Támesis, en Londres, en 1999, no fue una sorpresa enterarse de que el MI6 tiene
por regla no hablar nunca de secretos militares.
FIN
Para Ver Las agendas secretas de la OTAN. -Parte 1-, haz clic Aquí
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