Los Ejércitos Secretos de La OTAN
Hay la larga serie de descubrimientos que revelan la existencia
de una organización clandestina en toda Europa occidental y más allá, así como
el manto del silencio secretismo. La
cuestión planteada en ese entonces por el Parlamento Europeo era saber si las
instituciones democráticas no eran más que una fachada tras la cual los
anglosajones venían manipulando a los pueblos de Europa occidental desde hacía
medio siglo.
Una pregunta que sigue siendo válida.
Fin del año 1990, el escándalo sobre el Gladio estalla en
momentos en que el presidente francés Francois Mitterrand prepara la opinión
pública para la entrada de Francia en la guerra contra Irak junto a Estados
Unidos. Mitterrand confía a su ministro de Defensa, Jean-Pierre Chevenement, la
misión de acallar la verdad de la invasión de Irak.
Los franceses deben seguir ignorando que, desde hace
medio siglo, una estructura militar clandestina dirige los Estados de Europa
occidental al margen de las instituciones democráticas. Los periodistas
extranjeros reunidos en el club de la prensa de Roma en el verano de 1990 se
quejaban de la cobardía de sus redacciones ante el delicado caso Gladio y su
dimensión internacional.
Gladio fue el nombre que se le dio a la red de agentes
durmientes desplegados en Italia y preparados para entrar en acción en caso de
que los soviéticos invadieran Europa Occidental (esa red todavía existe
actuando en la OTAN, quien fomento la «inestabilidad política en Ucrania».
Creando una red paramilitar secreta neonazi para sembrar el caos en Kiev para
no ser susceptible de caer en la órbita Rusia. Y acusar a los rusos de ese caos.
Esa organización clandestina con base central en Estados
Unidos, creo la formación de fuerzas militares y policiales que luego violarían
los derechos humanos en cualquier país con una historia larguísima. Como
ejemplo, la siniestra Escuela de las Américas, instalada por el Ejército
norteamericano en Panamá y donde recibieron adiestramiento para realizar golpes
de Estado y sistemas de torturas los brazos armados de gobiernos de dictaduras
del Cono Sur de Latinoamericano. El Gobierno de Estados Unidos y la agencia
secreta de la CIA fueron los responsables detrás de esas maniobras y de la
misma manera lo hiciera la OTAN, como resumen de todos sus Estados miembros, es
otra bien diferente. Y esto es precisamente lo que ocurrió durante la Guerra
Fría.
Operación Gladio, Gladio (espada en italiano) fue el
nombre que se le dio a la red de agentes durmientes desplegados en el país
transalpino y preparados para entrar en acción en caso de que los soviéticos
invadieran Europa Occidental. No solo actuaria solo en Italia, sino en todo el
continente europeo. El programa fue ideado y dirigido por la OTAN con la ayuda
de los servicios de inteligencia afines, bajo el mando de la CIA.
Existía un temor de la invasión del Ejército Rojo, una
Unión Soviético que contaba con territorio como un gran continente, la red
siguió actuando para que los comunistas no llegaran al poder a través de unas
elecciones democráticas en Europa. Por eso las convocatorias electorales
italianas tras la Segunda Guerra Mundial estuvieron siempre bajo sospecha de manipulación.
En Italia el Partido Comunista siguió siendo allí, durante décadas, el más
fuerte de Occidente. Pero la OTAN proclama públicamente que uno de sus
objetivos es fomentar la «estabilidad política» y evitar todas las
posibilidades que los gobiernos europeos cayeran bajo un gobierno comunista
como Cuba. Pero su red paramilitar secreta, en cambio, hizo todo lo contrario:
sembrar el caos en aquellos países susceptibles de caer en la órbita comunista.
Y acusar a la izquierda de ese caos.
Efectivamente, se hace necesario recordar el delicado contexto
en que se produjeron las revelaciones que el primer ministro italiano Giulio
Andreotti hiciera el 3 de agosto ante el senado de su país sobre la existencia
de un ejército secreto stay-behind creado por la OTAN en toda Europa
occidental.
La reveladora alocución de Andreotti tuvo lugar el día
después del 2 de agosto de 1990, día de la invasión de Kuwait por el dictador
iraquí Sadam Husein. En París, Londres y Washington, jefes de redacciones y
consejeros militares temían que aquel escándalo viniera a perturbar los
preparativos para la guerra del Golfo.
El 2 de agosto, en Nueva York, Estados Unidos, Gran
Bretaña y Francia, «espantados por la invasión de Kuwait», habían impuesto en
el Consejo de Seguridad de la ONU, con la anuencia de China y Rusia, la
adopción de la resolución 660, que ordenaba, «la retirada inmediata e
incondicional de todas las fuerzas iraquíes de las posiciones ocupadas el 1º de
agosto de 1990».
En Occidente y en el mundo entero los medios de difusión
estaban entonces focalizados en la «crisis del Golfo» y relataban como Estados
Unidos, bajo la presidencia de George Bush padre, había emprendido la mayor
operación militar desde la Segunda Guerra Mundial a la cabeza de una coalición
de países a la que pertenecían Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y
Holanda para liberar Kuwait de la ocupación iraquí en el marco de una operación
bautizada como «Tormenta del Desierto», en enero y febrero de 1991.
Las grandes cadenas televisivas tenían así
simultáneamente dos extrañas historias que poner a la disposición del público:
una guerra limpia en el Golfo Pérsico y el escándalo del Gladio en Europa, que
finalmente optaron por silenciar.
Como consecuencia de las revelaciones del primer ministro
italiano Giulio Andreotti, el escándalo atraviesa las fronteras de Italia
cuando, el 30 de octubre, el ex primer ministro socialista de Grecia, Andreas
Papandreou, confirma en el diario griego Ta Nea que él mismo había descubierto,
en 1984, una estructura secreta de la OTAN muy parecida al Gladio italiano y
cuyo desmantelamiento había ordenado de inmediato. Otras voces se hicieron oír
para exigir una investigación parlamentaria sobre el ejército secreto y su
supuesto papel en el golpe de los coroneles de 1967. Pero el gobierno
conservador griego de la época hizo caso omiso. El ministro de defensa
Varvitsiotis explicó que un ex agregado militar griego en Washington que había
trabajado para la OTAN examinaría las acusaciones, pero anunció: «El gobierno
no tiene nada que temer».
De Grecia el escándalo pasó después a Alemania donde, el
5 de noviembre, un parlamentario verde, Manfred Such, que se había enterado del
escándalo a través del diario alemán TAZ, emplazó solemnemente al gobierno de
Helmut Kohl a expresarse sobre las sospechas de existencia de estructuras del
tipo Gladio en Alemania. Mientras que en el ministerio de Defensa alemán se
reflexionaba sobre la forma más conveniente de encarar aquel emplazamiento, el
canal privado de televisión RTL provocó la indignación pública al revelar, en
un reportaje especial dedicado a Gladio, que ex miembros de las SS hitlerianas
habían formado parte de la rama alemana de la red y que, en muchos otros países
e inclusive en Ucrania, partidarios de la extrema derecha habían sido enrolados
en el ejército secreto anticomunista.
La tensión aumentó todavía más cuando el vocero del
gobierno alemán, Hans Klein, trató de explicar de forma confusa que, «el Gladio
alemán no era, como se ha dicho, un comando secreto o una unidad de guerrilla»,
y agregó que no podía mencionar detalles debido a que el asunto era secreto
militar. Las declaraciones de Klein provocaron un escándalo entre los
socialdemócratas y los verdes de la oposición, quienes vieron en ellas un
trampolín dada la cercanía de las elecciones federales.
El parlamentario Hermann Scheer, el especialista en
cuestiones de defensa en el seno del SPD, el partido socialdemócrata alemán,
comparó aquella misteriosa red a una especie de «Ku Klux Klan», más destinado a
realizar operaciones clandestinas contra la población y contra la oposición que
a luchar contra una improbable invasión soviética. Scheer insistía en que urgía
implementar una investigación sobre Gladio, «antes de que puedan hacer
desaparecer las pruebas». «Este asunto es de la competencia del fiscal general
(Generalbundesanwalt)», explicó Scheer, «ya que la existencia de una
organización militar secreta fuera de todo control gubernamental o
parlamentario es totalmente contraria a la ley fundamental y entra, por lo
tanto, dentro del campo de la justicia penal».
El parlamentario socialdemócrata Wilfried Penner, miembro
de la Comisión Parlamentaria de Control (PKK) de los servicios secretos
alemanes, precisó que nunca había oído hablar de la red secreta de la OTAN ni, «de
sus ramificaciones mafiosas» y que «este asunto tenía que ser tratado públicamente,
a la vista de todos».
Burkhard Hirsch, responsable de los servicios secretos en
el seno del gobierno y miembro de la PKK, se declaró también, «extremadamente
inquieto» ya que «si algo puede permanecer en secreto durante tanto tiempo, y
pueden confiar en mi larga experiencia, es porque hay algo podrido».
Las voces que se elevaban desde las filas del SPD
exigiendo una investigación oficial se callaron sin embargo rápidamente cuando
el gobierno democratacristiano reveló que los ministros socialdemócratas
también habían mantenido el secreto durante los años que estuvieron en el
poder. Es por esa razón que, a pesar de las protestas de los verdes, la
cuestión se zanjó a puertas cerradas.
En Bélgica, en la noche del 7 de noviembre, el ministro
socialista de Defensa Guy Coeme confirmó a una población espantada que en su
país también había existido un ejército secreto vinculado a la OTAN. En una
referencia implícita a las matanzas registradas en Brabante - durante los años
1980, hombres vestidos de negro habían abierto fuego sobre los clientes de
varios supermercados causando numerosos muertos - el ministro agregó: «Quiero
descubrir ahora si existe un vínculo entre las actividades de esa red secreta y
la ola de atentados que ensangrentó nuestro país durante los últimos años».
Enfrentando las cámaras de la prensa, el primer ministro
belga Wilfried Martens, visiblemente preocupado, declaró: «Soy primer ministro
desde hace 11 años, pero siempre ignoré la existencia de una red de ese tipo en
nuestro país». Los periodistas señalaron que el primer ministro, «de ordinario
tan sosegado ante cualquier circunstancia», parecía esta vez «cualquier cosa
menos relajado».
El parlamento belga decidió entonces formar una comisión
especial encargada de investigar sobre la red stay-behind de Bélgica. Un año
después, luego de haber obtenido el desmantelamiento de la red, dicha comisión
presentó un valioso informe público de no menos de 250 páginas.
Los parlamentarios belgas lograron descubrir que el
ejército clandestino de la OTAN seguía estando activo. Supieron que el ACC, que
se componía de los generales que comandaban los ejércitos stay-behind de
numerosos países de Europa occidental, se había reunido en el mayor secreto en
su cuartel general de Bruselas los días 23 y 24 de octubre de 1990. Aquel
consejo se había desarrollado bajo la presidencia del general Raymond Van
Calster, jefe del Servicio General de Inteligencia (SGR, siglas en francés),
los servicios secretos militares belgas (Y todavía existe la red clandestina red
stay-behind de Bélgica con otra fachada en la OTAN).
Van Claster montó en cólera cuando varios periodistas
lograron seguir la pista hasta él y lo contactaron repetidamente por teléfono.
La primera vez mintió a la prensa al negar categóricamente, el 9 de noviembre,
haber presidido la reunión internacional del ACC y al afirmar que Gladio era
una cuestión estrictamente italiana. Más tarde admitió que una red secreta
había sido efectivamente instaurada en Bélgica después de la Segunda Guerra
Mundial, «con el fin de recoger datos de inteligencia ante la hipótesis de una
invasión soviética» (y todavía sigue existiendo ante la hipótesis de una
invasión de Rusia). Desmintiendo enérgicamente todo «vínculo directo con la
OTAN», el general se negó a entrar en detalles, aunque afirmó solemnemente: «No
tenemos nada que esconder».
En Francia, el gobierno del presidente socialista
Francois Mitterrand trató de restar importancia al asunto anunciando, a través
de un representante prácticamente desconocido, que el ejército secreto «estado
disuelto desde hacía mucho tiempo.
El general Constantin Melnik, jefe de los servicios
secretos franceses entre 1959 y 1962, hizo correr, además, a través del diario
más importante de Francia, el rumor de que el Gladio francés había, “sido
probablemente desmantelado inmediatamente después de la muerte de Stalin en
1953 y no debía existir ya bajo la presidencia de De Gaulle [o sea después de
1958]».
La prensa francesa se alineó detrás del gobierno, que
aquel entonces se encontraba en plenos preparativos para la guerra del Golfo, y
se cuidó de hacer preguntas demasiado delicadas. Fue así como un, «escándalo
que ocupaba los titulares de primera plana en todos los diarios de Europa sólo
se reflejó en una pequeña nota en los diarios parisinos».
Implacablemente, el primer ministro italiano Andreotti
echó por tierra la mentira francesa al declarar el 10 de noviembre de 1990 que
Francia había participado también en la última reunión de la jefatura de
Gladio, el ACC, celebrada en Bélgica el 23 de octubre de 1990. Después de
aquella revelación, el ministro francés de Defensa Jean-Pierre Chevenement,
ante aquella situación embarazosa, trató de limitar los daños afirmando que el
ejército secreto francés se había mantenido pasivo: «Según las informaciones de
que dispongo, nunca tuvo más función que la de mantenerse a la espera y cumplir
una función de enlace».
En respuesta a un periodista de radio que le preguntaba
si se iba a producir en Francia una tormenta política similar a las Italia y
Bélgica, el ministro se entregó a varias especulaciones sobre las actividades
terroristas o de otro tipo del ejército secreto antes de contestar con toda
calma: «No lo creo». La prensa subrayó que el gobierno estaba haciendo todo lo
posible por evitar que la población viera en Gladio una «abominación nacional».
En Gran Bretaña, varios voceros del ministerio de Defensa
se turnaban día tras día dando invariablemente a la prensa casi la misma
respuesta: «Lo siento, pero nunca abordamos cuestiones de seguridad» o «Se
trata de una cuestión de seguridad, por lo tanto, no la abordaremos» o quizás
«No nos dejaremos arrastrar al terreno de la seguridad nacional». Mientras que
los diarios seguían publicando día tras día titulares sobre el escándalo del Gladio,
el ministro británico de Defensa Tom King se aventuró a abordar con desenfado
el inquietante asunto: «No sé detrás de qué quimera están corriendo ustedes. La
cosa parece terriblemente apasionante, pero me temo que soy un completo
ignorante en la materia. Estoy mucho mejor informado sobre el Golfo».
En el contexto de los preparativos para la Operación
Tormenta del Desierto y la guerra contra Irak, al parlamento británico le
pareció que no era urgente crear una comisión o abrir un debate parlamentario
[sobre Gladio] y prefirió respaldar al gobierno del primer ministro John Major.
En el verano de 1992, no se había proporcionado aún
ninguna versión oficial sobre Gladio, lo cual provocó la indignación de periodistas
como Hugh O’Shaughnessy: «El silencio de Whitehall y la falta casi total de
curiosidad demostrada por los parlamentarios sobre un escándalo en que Gran
Bretaña está tan profundamente implicada resultan extraordinarios".
En Holanda, el primer ministro Ruud Lubbers, en el cargo
desde 1982, decidió reaccionar ante el delicado problema con el envío al
parlamento, el 13 de noviembre, de una carta en la que confirmaba la existencia
de un ejército secreto similar en el país y subrayando que «esa organización
nunca estuvo bajo el control de la OTAN».
Posteriormente, Lubbers y el ministro de Defensa de
Holanda, Relus Ter Beek, informaron a puertas cerradas al Comité encargado de
las cuestiones vinculadas a la inteligencia y la seguridad en el seno del
parlamento sobre ciertos detalles sensibles del Gladio holandés.
«Los sucesivos jefes de gobierno y ministros de Defensa
estimaron siempre que era preferible no involucrar en el secreto a los demás
miembros del gabinete ni al parlamento», declaró Lubbers ante los diputados,
agregando que estaba orgulloso de que una treintena de ministros hubieran sido
capaces de mantener aquello en secreto.
Mientras los parlamentarios denunciaban el peligro que
implicaba la existencia de un ejército secreto cuya existencia era desconocida
para el parlamento y para la inmensa mayoría de la ciudadanía, se decidió que
la red secreta no sería objeto de ninguna investigación parlamentaria ni
informe público alguno.
«El problema no es tanto que tal cosa [el Gladio] haya
podido o pueda existir aún hoy en día», declaró el miembro de la oposición
liberal Hans Dijkstal, «sino más bien que el parlamento no haya sido informado
de nada antes de ayer en la noche».
En el vecino Luxemburgo, el primer ministro Jacques
Santer se presentó ante el parlamento el 14 de noviembre de 1990 y confirmó que
un ejército secreto creado por iniciativa de la OTAN había existido también en
su país. «Las actividades de esas personas se limitaban, y así fue desde su
origen, a entrenarse para su misión, o sea a aprender a reaccionar
individualmente en un entorno hostil o a coordinar los esfuerzos con los países
aliados», insistió Santer.
El reclamo de Jean Huss, un representante del partido
verde alternativo que demandaba en primer lugar que se abriera un debate
parlamentario sobre la cuestión y la posterior creación de una comisión
investigadora parlamentaria, fue sometido a votación y rechazado por la mayoría
de los parlamentarios.
Cuando la prensa internacional anunció que, «en Portugal,
una radio de Lisboa reportó que células de la red asociada a la Operación
Gladio fueron utilizadas durante los años 50 en la defensa de la dictadura de
derecha de Salazar», el gobierno en funciones respondió emitiendo un desmentido
oficial. El ministro portugués de Defensa, Fernando Nogueira, declaró el 16 de
noviembre de 1990 que nunca había tenido conocimiento de la presencia de una
red Gladio de ningún tipo en Portugal y afirmó que no se disponía en el
ministerio de Defensa ni en la Comandancia de las fuerzas armadas, «de ninguna
información sobre la existencia o las actividades de una “estructura Gladio” en
Portugal».
Un general retirado desmintió la versión del gobierno y
confirmó en la prensa, de forma anónima, que un ejército paralelo existía
también en Portugal y que, «dependía del ministerio de Defensa, del ministerio
del Interior y del ministerio de Asuntos Coloniales».
En la vecina España, país que, al igual que Portugal,
había vivido la mayor parte de la guerra fría bajo el yugo de una dictadura de
derecha que reprimía la oposición política mediante el terror y la tortura,
Alberto Oliart, ministro de Defensa a principios de los años 1980, calificó de
«pueril» el hecho de preguntarse si la España franquista también había tenido
un ejército secreto de extrema derecha ya que «aquí, Gladio era el gobierno
mismo».
En Dinamarca, ante la presión pública, el ministro de
Defensa Knud Engaard se dirigió al parlamento, el Folketing, el 21 de noviembre
para desmentir que alguna organización «de cualquier naturaleza» hubiese sido
creada en el país por la OTAN y sostenida por la CIA. «Como las informaciones
relativas a una operación montada por los servicios secretos ante la hipótesis
de una ocupación del país son confidenciales, incluso altamente
confidenciales», subrayó el ministro, «me resulta imposible hablar de ellas
ante el parlamento danés».
Pelle Voigt, que había traído el caso de Gladio al
parlamento, hizo notar que, «la respuesta del ministro de Defensa era
contradictoria y confirmaba indirectamente que Dinamarca también tenía su red
clandestina». Esto dio lugar a una discusión a puertas cerradas en el seno de
la Comisión del parlamento danés encargada de controlar la acción de los
servicios secretos.
Cuando la prensa de Noruega empezó a interpelar al
gobierno sobre el tema del Gladio, la respuesta que recibió fue la más corta
que se haya ofrecido nunca sobre ese tema. «Las palabras de Hansen siguen
siendo exactas», declaró el vocero del ministerio de Defensa Erik Senstad,
refiriéndose así a una intervención del ministro de Defensa Rolf Hansen ante el
parlamento, intervención que databa de 1978 y en la que el ministro no tuvo más
remedio que reconocer la existencia en Noruega de un ejército secreto, que ya
había sido descubierto.
El contralmirante Jan Ingebristen, quien había renunciado
a su cargo de jefe de la inteligencia militar noruega en 1985, provocó la
indignación de la población al justificar el secreto que rodeaba la existencia
de aquellos ejércitos. «No hay en ello nada sospechoso. Si esas unidades están
destinadas a actuar clandestinamente en territorio ocupado, es un imperativo
que se mantengan en secreto».
En Turquía, la élite del poder reaccionó ante el
escándalo del Gladio el 3 de diciembre a través del general Dogan Beyazit,
presidente del Departamento de Operaciones del ejército turco, y del general
Kemal Yilmaz, comandante de las Fuerzas Especiales, quienes confirmaron en la
prensa la existencia de un ejército secreto creado por la OTAN y dirigido por
el «Departamento de Operaciones Especiales» con la misión de, «organizar la
resistencia ante la posibilidad de una ocupación comunista». Mientras los
generales trataban de convencer a la opinión de que los miembros del Gladio
turco eran todos buenos «patriotas», los periodistas y el ex primer ministro
Bulent Ecevit revelaron que el ejército secreto, bautizado contraguerrilla,
estaba implicado en actos de tortura, atentados y asesinatos, así como en los
sucesivos golpes de Estado que habían caracterizado la historia reciente de
Turquía.
El ejército se negó a responder las preguntas del
parlamento y de los ministros civiles y el ministerio de Defensa turco le
advirtió a Ecevit que «¡hubiera hecho mejor en cerrar el pico!». Mientras la
contraguerrilla [turca] proseguía varias operaciones, el propio Departamento de
Estado estadounidense señalaba en su informe de 1995 sobre los derechos humanos
que, «fuentes confiables en el seno de organizaciones humanitarias,
representantes de la comunidad kurda y kurdos presentes en el lugar afirman que
el gobierno autoriza, incluso organiza, el asesinato de civiles».
El informe precisaba que, «las asociaciones de defensa de
derechos humanos refieren una tesis generalizada y creíble según la cual un
grupo de contraguerrilla vinculado a las fuerzas de seguridad estuvo cometiendo
“matanzas secretas”».
Cuando la periodista [estadounidense] Lucy Komisar trató
de extender la investigación a los Estados Unidos descubrió rápidamente que, en
cuestión de secretos militares, su propio gobierno no era mucho mejor que los
generales turcos. «El Pentágono se negó a decirme si Washington seguía
proporcionando fondos o algún tipo de ayuda al Departamento de Operaciones
Especiales. En realidad, esquivaron todas mis preguntas sobre ese tema.» Komisar
recibió siempre respuestas evasivas: «Los representantes que pude ver me
respondieron que no sabían nada o que los hechos eran demasiado recientes como
para que hubiese algo en los archivos o que yo estaba describiendo una
operación de la CIA sobre la que nada podían decirme».
Un historiador del Pentágono le respondió: «Ah, ¿usted
quiere hablar de la organización 'stay-behind'? ¡Eso es confidencial!».
Pero el problema de la contraguerrilla [turca] no tardó
en reaparecer. El 3 de noviembre de 1996, un automóvil negro marca Mercedes
chocó con un tractor en una autopista, cerca del apartado pueblo de Susurluk,
más de 150 kilómetros al sur de Estambul. Un dirigente de la contraguerrilla
turca, un alto responsable de la policía y un miembro del Parlamento resultaron
muertos en el accidente. Muchos vieron en ello la prueba concreta de la
profunda implicación del gobierno en la guerra sucia de la contraguerrilla y
miles de personas salieron a la calle para protestar contra el «Estado de
Susurluk» y exigir que se liberara el país «del control de las pandillas».
En enero de 1998, el primer ministro Mesut Ylmaz tuvo que
informar ante millones de telespectadores sobre las conclusiones de los 7 meses
de investigación parlamentaria sobre el escándalo de Susurluk. «Esto es la
anatomía de un escandaloso caos», comenzó el primer ministro, antes de
reconocer que un «escuadrón de la muerte se había mantenido en el seno del
Estado» mientras que «todos los órganos del poder tenían conocimiento de la
situación».
Como consecuencia de la profusión de revelaciones
acusadoras en toda Europa occidental, el escándalo del Gladio fue objeto de
debate en el Parlamento Europeo el 22 de noviembre de 1990. La Comunidad
Europea se componía en aquel entonces de 12 miembros, y todos se veían
afectados por el escándalo. Los 12 habían establecido entre sí una estrecha
cooperación y se disponían a instaurar el Mercado Común, que debía garantizar
la libre circulación de personas, bienes y servicios y capitales. Sin embargo,
las cuestiones de seguridad y de defensa seguían estando en manos de cada uno
de los Estados miembros ya que estos seguían siendo soberanos en ambos
aspectos.
«Señor presidente, damas y caballeros, una exigencia de
orden moral y político se plantea a la nueva Europa que poco a poco estamos
construyendo», así abrió el debate aquel día el eurodiputado Falqui. «Esta
Europa sólo podrá sobrevivir basándose en la verdad y en la perfecta
transparencia de sus instituciones ante las oscuras intrigas contra la
democracia que han marcado la historia, incluso la historia reciente, de muchos
países europeos» (como en la actualidad de la existencia la organización clandestina
en toda Europa trabajando en forma clandestina en el apoyo y la entrega de
equipamiento, arsenal militar y el financiamiento a Ucrania para iniciar la
guerra contra Rusia. Todo en un manto del silencio secretismo).
Subrayó Falqui que no habría «futuro alguno, señoras y
señores, si no disipamos ese sentimiento de haber vivido en lo que pudiéramos
llamar un doble Estado, abierto y democrático, por un lado, por el otro
clandestino y reaccionario. Es por ello que tenemos que conocer la naturaleza y
el número de redes “Gladio” a las que dieron abrigo los Estados miembros de la
Comunidad Europea».
El eurodiputado belga Dury (socialista) compartía
aquellas preocupaciones al declarar a sus colegas parlamentarios: «Lo que nos inquieta
en el caso Gladio es que tales redes hayan podido existir a espaldas y fuera de
todo control de las instituciones políticas democráticas. Ese es, a mi
entender, el principal problema subsistente». Dury concluyó que la historia de
los ejércitos secretos debía ser investigada: «Estamos, por nuestra parte,
convencidos de la necesidad de arrojar luz sobre todo este asunto para definir
todas sus implicaciones y poner fin a los abusos que pudiesen perdurar y
afectar a otras organizaciones, así como prevenir las posibles tentaciones que
pudiesen haberse suscitado». Según el eurodiputado belga, la investigación
tenía que abordar también el papel de la OTAN, «aunque en lo tocante a su
responsabilidad y la del SHAPE, no creo que se pueda hablar de conspiración»,
indicó. «Me parece, a pesar de todo, que tenemos que mantenernos especialmente
vigilantes y atentos si queremos que se sepa toda la verdad. Bien sabemos que
ciertos miembros de Gladio son también miembros de los comités de la OTAN». Y
concluyó: «Arrojar luz sobre estos tipos de zonas oscuras constituye
precisamente la obligación que nos confiere nuestro mandato democrático». «Señor
presidente, el sistema Gladio operó durante 40 años bajo distintos nombres»,
declaró ante sus colegas el parlamentario griego Ephremidis. «Operó en la
clandestinidad y razonablemente podemos atribuirle una responsabilidad en todos
los actos de desestabilización, de provocación y de terrorismo cometidos en
nuestros países a lo largo de 4 décadas, actos en los que seguramente se encuentra
implicado de forma directa o indirecta». Ephremidis denunció enérgicamente la
red stay-behind en su conjunto y, sobre todo, «el hecho que [esa red] haya sido
instaurada por la CIA y la OTAN, las cuales - con el pretexto de defender la
democracia - pisotearon ésta última y la utilizaron en aras de sus funestos
propósitos». Al aludir de forma implícita al papel que desempeñó el Gladio
griego en el golpe de Estado de 1967, señaló indignado el hecho que «la
democracia que se supone disfrutamos no ha sido ni es en realidad otra cosa que
una fachada» y llamó al Parlamento Europeo a realizar una investigación. «Hay
que descubrir cada una de las sutilezas del asunto y, para ello, tenemos que
formar una subcomisión investigadora encargada de escuchar a los testigos y de
dar a conocer toda la verdad para que se tomen todas las medidas necesarias
para liberar por fin nuestros países de esas organizaciones clandestinas».
El parlamentario belga de Donnea (reformador liberal)
ofreció, por su parte, una visión muy diferente: «Señor presidente, al término
de la Segunda Guerra Mundial, para la mayoría de nuestros Estados estaba
plenamente justificada la creación de servicios que tuvieran como misión la
preparación de redes de resistencia que pudieran ser activadas en caso de
ocupación de nuestro territorio por parte de los ejércitos del Pacto de
Varsovia».
Este eurodiputado belga subrayó: «Estamos por lo tanto en
deuda con todos aquellos que, mientras la guerra fría se prolongaba
eternamente, trabajaron en esas redes».
Para de Donnea era evidente que los ejércitos secretos
tenían que seguir siendo secretos: «Para mantener su eficacia, esas redes
tenían necesariamente que mantenerse en la sombra», aunque deseaba de todas
maneras que salieran a la luz sus supuestos vínculos con actividades
terroristas. «Dicho esto, si existen indicios o fuertes presunciones que
permiten suponer que esas redes hayan podido actuar de forma ilegal y anormal
en ciertos países, es interés de todos averiguar la verdad y castigar a los
culpables».
El diputado flamenco Jean-pierre Vandemeulebroucke
resumió de manera bastante justa el sentir de numerosos europeos: «Este caso
deja un gusto amargo porque se remonta a la creación de la Comunidad Europea y
porque pretendemos precisamente instaurar una nueva forma de democracia». Precisó
Vandemeulebroucke que era sobre todo el secreto que rodeaba la operación lo que
le inquietaba como parlamentario, ya que, «los presupuestos de esas
organizaciones clandestinas se mantuvieron también en secreto. No se
discutieron nunca en ningún parlamento y queremos expresar nuestra inquietud en
cuanto al hecho que (…) resulta evidente que existen órganos capaces de tomar
decisiones y de hacer que estas se apliquen sin verse sometidos a ningún tipo
de control democrático».
El diputado holandés concluyó: «Quiero protestar más
enérgicamente aun contra el hecho que el ejército americano, ya sea a través
del SHAPE, de la OTAN o de la CIA, se arrogue el derecho de interferir en nuestra
democracia». Reconoció después que el asunto no entraba dentro del campo de
competencia del Parlamento Europeo. «Estoy perfectamente consciente de que no
somos competentes en materia de seguridad y de mantenimiento de la paz»,
explicó. «Es por eso que la resolución votada pide la creación de una comisión
investigadora parlamentaria en cada uno de los 12 Estados miembros para se sepa
la verdad».
Como consecuencia de los debates, el Parlamento Europeo
decidió adoptar una resolución sobre el caso Gladio. La resolución contenía una
enérgica denuncia del fenómeno y, en su preámbulo, intentaba describir la operación
a través de 7 puntos: «Considerando que varios gobiernos europeos han revelado
la existencia desde hace 40 años y en varios Estados miembros de la Comunidad
de una organización que realiza operaciones armadas y de inteligencia
paralela». «Considerando que durante estos 40 años esa organización escapó a
todo control democrático y fue dirigida por los servicios secretos de los
Estados interesados en colaboración con la OTAN». «Temiendo que tales redes
hayan podido interferir ilegalmente en los asuntos políticos internos de los
Estados miembros o que sigan teniendo la capacidad de hacerlo». «Considerando
que en ciertos Estados miembros los servicios secretos militares (o elementos
incontrolables en el seno de esos servicios) han estado implicados en graves
actos de terrorismo y criminales como se ha probado mediante diversas
investigaciones judiciales». «Considerando que esas organizaciones actuaron y
siguen actuando fuera de todo marco legal, no están sometidas a ningún control
parlamentario y, en la mayor parte de los casos, sin que sean informados los
más altos responsables del gobierno y los garantes de la Constitución». «Considerando
que las diferentes organizaciones “Gladio” disponen de sus propios arsenales y
equipamientos militares que les garantizan una fuerza de ataque desconocida,
constituyendo así una amenaza para las estructuras democráticas de los países
en los que operan y han operado». «Profundamente preocupado ante la existencia de
órganos de decisión y de ejecución fuera de todo control democrático y de
naturaleza totalmente clandestina, en momentos en que un fortalecimiento de la
cooperación comunitaria en materia de seguridad está siendo el centro de todos
los debates».
Después de aquel preámbulo, la resolución condenaba, en
primer lugar, «la creación clandestina de redes de acción y de manipulación y
[llamaba] a abrir una profunda investigación sobre la naturaleza, la
estructura, los objetivos y todo otro aspecto de esas organizaciones secretas o
de todo grupo disidente, sobre su utilización como forma de injerencia en los
asuntos políticos internos de los países interesados, sobre el problema del
terrorismo en Europa y sobre la posible complicidad de los servicios secretos de
los Estados miembros o de terceros países».
En segundo lugar, la Unión Europea protestaba, «enérgicamente
contra el derecho que sean arrogado ciertos responsables del ejército
estadounidense que trabajan para el SHAPE o para la OTAN a estimular la creación
en Europa de una red clandestina de inteligencia y acción».
En un tercer punto, la resolución llamaba a «los
gobiernos de los Estados miembros a desmantelar todas las redes militares y
paramilitares clandestinas».
Como cuarto punto, la Unión Europea exhortaba, «las
jurisdicciones de los países en los que la presencia de tales organizaciones
militares [estaba] comprobada a determinar con exactitud su composición y su
forma de operar y a establecer un listado de todas las acciones que al parecer
realizaron con vistas a desestabilizar las estructuras democráticas de los
Estados miembros».
La UE reclamaba además que, «todos los Estados miembros
tomen las medidas necesarias, de ser necesario mediante la nominación de
comisiones parlamentarias de investigación, con el fin de hacer un listado
exhaustivo de las organizaciones secretas en ese contexto y, al mismo tiempo,
de controlar sus vínculos con sus respectivos servicios de inteligencia y, de
ser el caso, con grupos terroristas y/u otras prácticas ilegales».
El sexto punto de la resolución estaba dirigido al
Consejo de Ministros de la Unión Europea, muy especialmente a los ministros de
Defensa, y lo llamaba a «proporcionar toda la información sobre las actividades
de esos servicios clandestinos de inteligencia y de acción».
En el séptimo punto, el Parlamento Europeo pedía, «a su
comisión competente que escuchara testigos con el fin de aclarar el papel y el
impacto de la organización “GLADIO” y de otras redes similares».
Como último punto, aunque no menos importante, y
aludiendo explícitamente a la OTAN y a los Estados Unidos, el Parlamento
Europeo, «[ordenaba] a su presidente transmitir la presente resolución a la
Comisión del Consejo de Europa, al secretario general de la OTAN, a los
gobiernos de los Estados miembros y al gobierno de los Estados Unidos».
Mucho ruido para nada (lo peor es que esa red sigue
operando en la OTAN y eso queda demostrado de como los líderes de la unión
europea siguen subordinadas a la TAN y el gobierno de Washington; y obligando al
pueblo europeo el financiamiento de la guerra de Ucrania).
Ni una sola de las 8 medidas que exigía el Parlamento Europeo se ejecutó debidamente. Bélgica, Italia y Suiza fueron los únicos países que nombraron cada uno una comisión investigadora parlamentaria y presentaron un informe público sustancial y detallado.
Y, aunque la resolución se puso en conocimiento de los servicios interesados de la Unión Europea, la OTAN y el gobierno estadounidense, ni el secretario general de la OTAN Manfred Worner, ni el presidente de los Estados Unidos George Bush padre apoyaron la apertura de una investigación exhaustiva u ofrecieron explicaciones públicas.
Continua: Si deseas Ver... Las Redes stay-behind de la OTAN en los Estados Europeos. -Parte 2-, has clic Aquí
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