Israel, es la más clara referencia geográfica del sistema capitalista trasnacionalizado que controla desde gobiernos hasta sistemas económico productivos y grandes medios de comunicación, tanto en los países centrales como en el mundo subdesarrollado y periférico.
El Estado judío,
más allá de su incidencia como Nación, es el símbolo más representativo de un
poder mundial controlado en sus resortes decisivos por grupos minoritarios de
origen judío, y conformado por una estructura de estrategas y tecnócratas que
operan las redes industriales, tecnológicas, militares, financieras y
mediáticas del capitalismo trasnacional extendido por los cuatro puntos
cardinales del planeta.
Con una población
de alrededor de 7,35 millones de habitantes, Israel es el único Estado judío
del mundo.
Cuando hablamos
de Israel, hablamos antes que nada de un diseño estratégico de poder mundial
que lo protege, interactivo y totalizado, que se concreta mediante una red
infinita de asociaciones y vasos comunicantes entre el capital financiero,
industrial y de servicios que convierte a los países y gobiernos en gerencias
de enclave.
El lobby sionista
que sostiene y legitima la existencia de Israel, no es un Estado en el lejano
Medio Oriente, sino un sistema de poder económico planetario (el sistema
capitalista) de bancos y corporaciones trasnacionales con judíos dominando la
mayoría de los paquetes accionarios o hegemonizando las decisiones gerenciales
desde puestos directrices y ejecutivos.
Quien se tome el
trabajo de investigar el nombre de los integrantes de los directorios o de los
accionistas de la grandes corporaciones y bancos transnacionales
estadounidenses y europeos que controlan desde el comercio exterior e interior
hasta los sistemas económico productivos de los países, tanto centrales como
«subdesarrollados» o «emergentes», podrá fácilmente comprobar que (en una
abrumante mayoría) son de origen judío.
Los directivos y
accionistas de las primeras treinta mega-empresas trasnacionales y bancos (las
más grandes del mundo) que cotizan en el índice Dow Jones de Wall Street, son
mayoritariamente de origen judío.
Megacorporaciones del capitalismo sin fronteras como:
- Wal-Mart Stores
- Walt Disney
- Microsoft
- Pfizer Inc
- General Motors
- Hewlett Packard
- Home Depot
- Honeywell
- IBM
- Intel Corporation
- Johnson & Johnson
- JP Morgan Chase
- American International Group
- American Express
- AT & T, Boeing Co (armamentista)
- Caterpillar
- Citigroup
- Coca Cola
- Dupont
- Exxon Mobil (petrolera)
- General Electric
- McDonalds
- Merck & Co
- Procter & Gamble
- United Technologies
- Verizon,
...son
controladas y/o gerenciados por capitales y personas de origen judío.
Estas
corporaciones representan la crema de la crema de los grandes consorcios
trasnacionales judeo sionistas que, a través del lobby ejercido por las
embajadas estadounidenses y europeas, dictan y condicionan la política mundial
y el comportamiento de gobiernos, ejércitos, o instituciones mundiales
oficiales o privadas.
Son los amos
invisibles del planeta: los que manejan a los países y a presidentes por
control remoto, como si fueran títeres de última generación. Quien investigue
con este mismo criterio, además, los medios de comunicación, la industria
cultural o artística, cámaras empresariales, organizaciones sociales,
fundaciones, organizaciones profesionales, ONGs, tanto en los países centrales
como periféricos, se va a sorprender de la notable incidencia de personas de
origen judío en sus más altos niveles de decisión.
Las tres
principales cadenas televisivas de EE.UU. (CNN, ABC, NBC y Fox) , los tres
principales diarios (The Wall Street Journal, The New York Times y The
Washington Post) están controlados y gerenciados (a través de paquetes
accionarios o de familias) por grupos del lobby judío, principalmente
neoyorquino.
Asimismo, como
las tres más influyentes revistas (Newsweek, Time y The New Yorker), y
consorcios hegemónicos de Internet como Time-Warner (fusionado con América on
Line) o Yahoo, están controlados por gerenciamiento y capital judío que opera a
nivel de redes y conglomerados entrelazados con otras empresas.
Colosos del cine
de Hollywood y del espectáculo como The Walt Disney Company, Warner Brothers,
Columbia Pictures, Paramount, 20th Century Fox, entre otros, forman parte de
esta red interactiva del capital sionista imperialista.
La concentración
del capital mundial en mega-grupos o mega-compañías controladas por el capital
sionista, en una proporción aplastante, posibilita decisiones planetarias de
todo tipo, en la economía, en la sociedad, en la vida política, en la cultura,
etc., y representa el aspecto más definitorio de la globalización impuesta por
el poder mundial del sistema capitalista imperial.
El objetivo
central expansivo de este capitalismo sionista trasnacionalizado es el control
y el dominio (por medio de las guerras de conquista o de «sistemas
democráticos) de recursos naturales y sistemas económico - productivos, en un
accionar que sus defensores y teóricos llaman “políticas de mercado”». El
capitalismo transnacional, a escala global, es el dueño de los estados y sus
recursos y sistemas económico- productivos, no solamente del mundo dependiente,
sino también de los países capitalistas centrales.
Por lo tanto, los
gobiernos dependientes y centrales son gerencias de enclave (por izquierda o
derecha) que con variantes discursivas ejecutan el mismo programa económico y
las mismas líneas estratégicas de control político y social.
Este capitalismo
transnacional «sin fronteras» del lobby sionista que sostiene al Estado de
Israel se asienta en dos pilares fundamentales:
la especulación
financiera informatizada (con asiento territorial en Wall Street) y la
tecnología militar-industrial de última generación (cuya expresión máxima de
desarrollo se concentra en el Complejo Militar Industrial de EE.UU.)
El lobby sionista internacional, sobre el cual se asientan los pilares existenciales del Estado de Israel, controla desde,
- gobiernos
- ejércitos
- policías
- estructuras económicos productivas
- sistemas financieros
- sistemas políticos
- estructuras tecnológicas y científicas
- estructuras socio-culturales
- estructuras mediáticas internacionales,
...hasta el poder
de policía mundial asentado sobre los arsenales nucleares, los complejos
militares industriales y los aparatos de despliegue militar de EE.UU. y de las
potencias centrales. A ese poder, y no al Estado de Israel, es al que temen los
presidentes, políticos, periodistas e intelectuales que callan o deforman a
diario los genocidios de Israel en Medio Oriente temerosos de quedar sepultados
de por vida bajo la lápida del «antisemitismo».
El lobby imperial
El lobby sionista
pro-israelí, la red del poder oculto que controla Casa Blanca, el Pentágono y
la Reserva Federal no reza en las sinagogas sino en la Catedral de Wall Street.
Un detalle a tener en cuenta, para no confundir la religión con el mito y el
negocio.
Cuando se
refieren al lobby sionista (al que llaman lobby pro-israelí) la mayoría de los
expertos y analistas hablan de un grupo de funcionarios y tecnócratas, en cuyas
manos está el diseño y la ejecución de la política militar norteamericana.
A este lobby de
presión se le atribuye el objetivo estratégico permanente de imponer la agenda
militar y los intereses políticos y geopolíticos del gobierno y el Estado de
Israel en la política exterior de EE.UU.
Como definición,
el lobby pro-israelí es una gigantesca maquinaria de presión económica y
política que opera simultáneamente en todos los estamentos del poder
institucional estadounidense:
- Casa Blanca
- Congreso
- Pentágono
- Departamento de Estado
- CIA y agencias de la comunidad de inteligencia,
...entre los más
importantes.
Por medio de la
utilización política de su poder financiero, de su estratégica posición en los
centros de decisión, los grupos financieros del lobby ejercen influencia
decisiva en la política interna y externa de EE.UU., la primera potencia
imperial, además de su papel dominante en la financiación de los partidos
políticos, de los candidatos presidenciales y de los congresistas. A nivel
imperial, el poder financiero del lobby se expresa principalmente por medio de
la Reserva Federal de EEUU, un organismo clave para la concentración y
reproducción del capital especulativo a nivel planetario.
El corazón del
lobby sionista estadounidense es el poderoso sector financiero de Wall Street
que tiene directa implicancia y participación en el nombramiento de
funcionarios claves del gobierno de EE.UU. y de los órganos de control de
política monetaria e instituciones crediticias (nacional e internacional) con
sede en Washington y Nueva York.
Los organismos económicos
financieros internacionales como la OCDE, el Banco Mundial, el FMI, están bajo
directo control de los bancos centrales y de los gobiernos de EE.UU. y de las
potencias controladas por el lobby sionista internacional (Gran Bretaña,
Alemania, Francia, Japón, entre las más relevantes).
Organizaciones y
alianzas internacionales como la ONU, el Consejo de Seguridad y la OTAN están
controlados por el eje sionista USA-Unión Europea cuyas potencias centrales son
las que garantizan la impunidad de los exterminios militares de Israel en Medio
Oriente, como sucedió con la última masacre de activistas solidarios con el
pueblo de Gaza.
Las principales
instituciones financieras del lobby (Goldman Sachs, Morgan Stanley, Lehman
Brothers, etc.) y los principales bancos (Citigroup, JP Morgan y Merrill Lynch,
etc.), influyen decisivamente para el nombramiento de los titulares de la
Reserva Federal, el Tesoro, y la secretaría de Comercio, además de los
directores del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
El mito del «antisemitismo»
A este fenómeno
de «poder capitalista mundial» judío, y no a Israel, es lo que temen los
presidentes, políticos, periodistas, e intelectuales que evitan puntillosamente
condenar o nombrar los periódicos genocidios militares de Israel en Gaza,
repitiendo lo que ya hicieron durante la masacre israelí en Líbano en el 2006.
La gran
complicidad internacional con las masacres periódicas israelíes no se gesta por
miedo al Estado de Israel sino por miedo a lo que representa el Estado de
Israel.
No se trata de
Israel, un Estado sionista más, sino del «Gran Israel», la patria del judaísmo
mundial (con territorio robado a los palestinos), de la cual todos los judíos
del mundo se sienten sus hijos pródigos desperdigados por el mundo.
No se trata de
Israel, sino de las poderosas organizaciones y comunidades judías mundiales que
apoyaron en bloque el genocidio militar de Israel en Gaza, que utilizan su
poder y «escala de prestigio» (construida mediante su victimización histórica
con el Holocausto) para convertir en un leproso social al que se atreva
criticar o a levantar la voz contra el exterminio militar israelí en Gaza.
Los gobiernos del
mundo capitalista, los periodistas, intelectuales, organizaciones sindicales y
sociales no le temen a Israel, sino a su lapidación social como «antisemita»
(mote que se le otorga al que enfrenta y/o denuncia al sionismo judío). No le
temen al Estado de Israel, sino a los hijos de Israel camuflados en los grandes
centros de decisión del poder mundial, sobre todo económicos-financieros y
mediático-culturales.
Los políticos,
intelectuales y periodistas del sistema no temen a Israel, sino que temen a los
medios, organizaciones y empresas judías, y a su influencia sobre los gobiernos
y procesos económicos-culturales del sistema sionista capitalista extendido por
todos los países a escala planetaria.
En definitiva,
temen que las empresas, las universidades, las organizaciones y las fundaciones
internacionales sionistas que financian y o promocionan sus ascensos y puestos
en la maquinaria del sistema los declaren «antisemitas» y los dejen sin
trabajo, sin vacaciones y sin jubilación.
Esa es la causa
principal que explica por qué los intelectuales, académicos y periodistas del
sistema viven elucubrando sesudos análisis de la «realidad» política, económica
y social sin la presencia de la palabra judío o del sistema capitalista que
paga por sus servicios.
Si bien hay un
grupo de intelectuales y de militantes judíos de izquierda (entre ellos Chomsky
y Gelman, entre otros) que condenaron y protestaron contra el genocidio israelí
en Gaza, la mayoría abrumante de las comunidades y organizaciones judías a
escala planetaria apoyaron explícitamente la masacre de civiles en Gaza
argumentando que se trataba de una «guerra contra el terrorismo».
A pesar de que
Israel no invadió ni perpetró un genocidio militar en Gaza con la religión
judía, sino con aviones F-16, misiles, bombas de racimo, helicópteros Apache,
tanques, artillería pesada, barcos, sistemas informatizados, y una estrategia y
un plan de exterminio militar en gran escala, quien cuestione esa masacre es
condenado por «antisemita» por el poder judío mundial distribuido por el mundo.
A pesar de que el
lobby judío sionista que controla Israel, tanto como la Casa Blanca, el Tesoro
y la Reserva Federal de EE.UU. no reza en las sinagogas sino en la Catedral de
Wall Street, el que lo critique es tildado de inmediato como «antisemita» o
«nazi» por las estructuras mediáticas y culturales controlados por el poder
judío mundial.
Las campañas de
denuncia de antisemitismo con las que Israel y las organizaciones judías buscan
neutralizar a las críticas contra la masacre, abordan la cuestión como si el
sionismo judío (sostén del estado de Israel) fuera una cuestión «racial» o
religiosa, y no un sistema de dominio imperial que abarca interactivamente el
plano económico, político, social y cultural, superando la cuestión de la raza
o de las creencias religiosas.
El lobby sionista
no controla el mundo con la religión: lo maneja con bancos, trasnacionales,
hegemonía sobre los sistemas económicos-productivos, control sobre los recursos
naturales, control de la red informativa y de manipulación mundial, y manejo de
los valores sociales a través de la publicidad, la cultura y el consumo
estandarizado y globalizado por los medios de comunicación.
En definitiva, el
lobby judío no representa a ninguna sinagoga ni expresión racial, sino que es
la estructura que maneja el poder mundial a través del control sobre los
centros económicos-financieros y de decisión estratégica del sistema
capitalista expandido como civilización «única».
Antes que, por la
religión y la raza, el lobby sionista y sus redes se mueven por una ideología
política funcional:
el sionismo
capitalista-imperial que antepone el mercado, la concentración de riqueza, la
«política de negocios», a cualquier filosofía que roce las nociones del «bien»
o del «mal» entendidos dentro de parámetros sociales.
Entonces:
- ¿De qué hablan cuando hablan de «antisemitismo» o de «anti-judaismo religioso»?
- ¿En que parámetros referenciales se basa la condición de antisemita»?
- ¿Quién es antisemita?
- ¿Quién critica a los judíos por su religión o por su raza en las sociedades del mundo?
A lo sumo, a los
judíos, como está probado en la realidad social de cualquier país, no se los
critica por su religión o condición racial sino por su apego excesivo al status
del dinero (también cultivado por otras colectividades) y a integrar
estructuras o jerarquías de poder dentro de un sistema injusto de opresión y de
explotación del hombre por el hombre, como es el sistema capitalista.
Salvo los grupos
minoritarios de fanáticos y racistas que sólo se representan a sí mismos, en
las sociedades (salvo el nazismo alemán y algunas excepciones) casi nunca hubo
«persecución religiosa o racial» del judío, si no que hubo una asociación del
judío con la «peor cara del capitalismo», representada en el sistema
económico-financiero especulativo.
En resumen
El lobby sionista
que protege al Estado de Israel (por «derecha» y por «izquierda») está
conformado por una estructura de estrategas y tecnócratas que operan las redes
industriales, tecnológicas, militares, financieras y mediáticas del capitalismo
trasnacional extendido por los cuatro puntos cardinales del planeta.
Sus redes se expresan a través de una multiplicidad de organizaciones dedicadas a promover el actual modelo global, entre las que se cuentan principalmente:
- The Hudson Institute
- The RAND Corporation
- The Brookings Institution
- The Trilateral Commission
- The World Economic Forum
- Aspen Institute
- American Enterprise Institute
- Deutsche Gesellschaft für Auswärtigen Politik
- Bilderberg Group
- Cato Institute
- Tavistock Institute
- Carnegie Endowment for International Peace,
...entre otros.
Todos estos think
tanks o «bancos de cerebros», reúnen a los mejores tecnócratas, científicos y
estudiosos en sus respectivos campos, egresados de las universidades de EE.UU.,
Europa y de todo el resto del mundo.
El lobby no
responde solamente al Estado de Israel (como afirman los analistas de la «cara
derechista» de los neocons) sino a un poder mundial sionista que es el dueño
del Estado de Israel tanto como del Estado norteamericano, y del resto de los
Estados con sus recursos naturales y sistemas económico-productivos.
El lobby no
solamente está en la Casa Blanca, sino que abarca todos los niveles de las
operaciones del capitalismo a escala trasnacional, cuyo diseño estratégico está
en la cabeza de los grandes chamanes y ejecutivos de bancos y consorcios
multinacionales que se sientan en el Consenso de Washington y se reparten el
planeta como si fuera un pastel.
Ni la izquierda
ni la derecha partidaria hablan de este poder «totalizado» por la sencilla
razón de que ambas están fusionadas (a modo de alternativas falsamente
enfrentadas) a los programas y estrategias del capitalismo trasnacional que
controla el planeta.
Por lo tanto, y
mientras no se articule un nuevo sistema de comprensión estratégica (una
«tercera posición» revolucionaria del saber y el conocimiento) el poder mundial
que controla el planeta seguirá perpetuando en las falsas opciones de
«izquierda» y «derecha».
Y el lobby judío
de «derecha» de los republicanos conservadores seguirá sucediendo al lobby
judío «de izquierda» de los demócratas liberales en una continuidad estratégica
de las mismas líneas rectoras del Imperio sionista mundial.
Y las masacres
del Estado de Israel seguirán, como hasta ahora, impunes y protegidas por las
estructuras del sistema de poder mundial sionista capitalista que lo considera
como su «patria territorial».
Donald Trump, ¿gobierno sionista?
Se convenció al
presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de que Irán se disponía a fabricar
una bomba atómica en sus instalaciones nucleares. El presidente Trump propuso
entonces que Estados Unidos apoyará un ataque israelí, pero con armas
convencionales, en aras de evitar un bombardeo nuclear... ¡israelí...! La
aviación israelí lanzó entonces un ataque masivo contra los centros iraníes de
investigación nuclear, contra el sistema de misiles balísticos de Irán y contra
varios responsables militares y científicos vinculados a la investigación
nuclear.
El ataque de
Israel se basó en los datos de inteligencia recogidos por los radares
estadounidenses instalados en la base al-Udeid (en Qatar) - los radares
israelíes no cubren el territorio iraní.
Israel quiso,
"neutralizar la amenaza existencial e inminente que representan los
programas de armas nucleares y de misiles balísticos de Irán". Basándose
en las "estimaciones" de la inteligencia artificial del software
Mosaic- afirmando falsamente que Irán no cumplía sus obligaciones hacia el OIEA
y que había, "acelerado sus esfuerzos clandestinos por obtener armas
nucleares". Pero, incluso suponiendo que los dirigentes de Israel hayan
creído que Irán estaba realmente a punto de disponer de una bomba atómica y que
iba a utilizarla contra Israel, el hecho es que la Operación León Rampante,
también apuntaba contra el sistema de misiles balísticos de la República
Islámica y contra responsables militares y científicos. Eso demuestra que el
objetivo del ataque israelí no era el que Tel Aviv alega sino destruir las
capacidades iraníes de defensa y de investigación.
Y nuevamente se
plantea la cuestión de la violación de los compromisos internacionales de
Israel y de Estados Unidos, más claramente de sus violaciones del derecho
internacional.
El representante permanente de Israel en la ONU, el embajador Danny Danon, habló de una guerra "preventiva y preemptiva". O sea, según Danon, Israel atacó sabiendo que iba a ser atacado y en "interés de la comunidad internacional". Según esa manera de ver las cosas, usted podría asesinar a su vecino en cualquier momento.
Ya ha podido
comprobarse, incluso antes de la Operación Espadas de Hierro, que Israel actúa
sin tener en cuenta las vidas de los civiles, o sea, según los términos
utilizados en la Conferencia de La Haya de 1899, la conferencia fundacional del
derecho internacional, Israel no actúa, "como una nación civilizada sino
como los bárbaros".La participación militar de Estados Unidos, con sus
radares de la base al-Udeid, justifica el mismo juicio al evaluar el
comportamiento de Washington.
Israel no se
limitó a bombardear desde sus aviones de guerra. El ejército de Israel utilizó
drones, previamente introducidos en Irán, para atacar en sus domicilios a
responsables militares y científicos iraníes. Es la segunda vez que se ve ese
modus operandi, la primera fue en el ataque de Ucrania contra varias bases de
los bombarderos estratégicos rusos - la reciente Operación Tela de Araña,
realizada el 1º de junio pasado.
¿Se puede
entonces dejar de ver la similitud entre las dos operaciones?, sobre todo si
recordamos que en el momento de la operación ucraniana se mencionó que su
ejecución tiene que haber exigido la participación de un servicio secreto no
ucraniano... ¿estadounidense o israelí?
¿Será que Israel ha declarado en secreto la
guerra a Rusia?
También tenemos
que recordar que el director del servicio de seguridad ucraniano (SBU), el
general Vassyl Maliuk, nacionalista integrista declarado, es un gran admirador
del coronel SS Otto Skorzeny, sin olvidar que, después de la Segunda Guerra
Mundial, Skorzeny, bajo la protección de la CIA estadounidense y del MI6
británico, formó incluso su propia agencia - el Paladín Group - que
"trabajó" para Israel.
Por otra parte,
el día antes del ataque de Israel - que sin embargo no bombardeó la central
atómica iraní de Bouchehr, donde trabajan numerosos ingenieros rusos - la
prensa iraní había publicado los primeros documentos secretos robados en Israel
por la inteligencia iraní.
Entre esos
documentos israelíes hay una lista de científicos iraníes... que el director
del OIEA, el argentino Rafael Grossi, puso en manos de Israel. Y en esa lista
aparecen los nombres de los científicos iraníes asesinados durante la operación
israelí León Rampante...Eso no significa que el director del OIEA designó
personalmente a los científicos que había que asesinar, y eso lo hace cómplice
de los asesinatos.
La Operación Martillo de Medianoche
Por su parte, el
presidente estadounidense ordenó la Operación Martillo de Medianoche, realizada
en la noche del 21 al 22 de junio, contra 3 instalaciones del programa iraní de
investigación nuclear.
Según la versión
oficial, las bombas GBU-57 utilizadas esa noche, destruyeron esas
instalaciones.
Puede que sí,
puede que no. pero lo cierto es que al asegurar que el bombardeo estadounidense
destruyó las instalaciones iraníes, el presidente Trump privó al gobierno de
Netanyahu de toda posibilidad de seguir justificando sus bombardeos contra
Irán.
Mientras que en
Washington se iniciaba una polémica con la Agencia de Inteligencia de la
Defensa (DIA), Israel seguía bombardeando Irán, destruyendo depósitos de
combustible y diversas infraestructuras, objetivos que nada tenían que ver con
los que Tel Aviv hacia anunciado inicialmente, exactamente como en Gaza donde
matar de hambre a los civiles palestinos nada tiene que ver con el objetivo
oficinalmente planteado por el primer ministro Netanyahu, que sería vencer al
Hamas...
La Guerra en Oriente Medio
En los meses
después de octubre de 2023, tras el ataque a Israel por parte de Hamás, los
ataques israelíes contra la indefensa población civil palestina de Gaza han
cobrado una intensidad y una implacabilidad jamás vista. Los niños, las mujeres
y los trabajadores sanitarios fueron víctimas habituales del fuego de las FDI.
Han muerto por lo menos 40.000 niños. Han sido bombardeados y destruidos
hospitales y convoyes de ayuda humanitaria. Se utilizó como un garrote contra
el pueblo palestino, una excusa ideal, como una tapadera perfecta para
justificar la acción del Hamás. Esto también es una guerra por el poder geoestratégico,
librada oficialmente por Israel en nombre de Estados Unidos y sus intereses
imperialistas por los grandes recursos energéticos de campos (de gas) en las
costas del Mar Mediterráneo de Palestina.
Ni siquiera
Israel no se han detenido para nada, ante las acusaciones de genocidio de la
Corte Penal Internacional y por la indignación del mundo entero. Mientras ellos se defienden, acusando que son
víctimas del "anti-semitismo". Es decir, utilizan la trampa probada y
comprobada del victimismo para continuar realizando su bárbara agenda,
principal con la demonización sistemática de Hamás (el "enemigo" a
batir) con el fin de prevenir que la organización terrorista supuestamente
quería destruir a Israel.
La cualidad
principal de las operaciones de Israel es,
- una crueldad gratuita
- el terrorismo de estado
- el robo de territorios y propiedades
- el exterminio de la población palestina
¿Estas son las
verdaderas razones detrás de las explicaciones?
Israel siempre
buscó consolidar y mantener la dominación absoluta sobre el área de Palestina
sometiendo a sus poblaciones e incluso con su exterminio con tantas bombas
arrojadas sobre sus ciudades. Desde un principio aplicó el terror, impidiendo
así a las personas que puedan razonar, pensar libremente y organizarse.
Asegurarse para sí los territorios con reservas estratégicas de agua,
alimentos, tierras raras y recursos energéticos a largo plazo
Israel es el
símbolo más emblemático, la patria territorial del sionismo capitalista que
controla el mundo sin fronteras desde los directorios de los bancos y
corporaciones trasnacionales. La gran complicidad internacional con las
masacres periódicas israelíes no se gesta por miedo a Israel, sino por miedo a
lo que representa el Estado judío. Israel, básicamente, es la representación
nacional de un poder mundial sionista que es el dueño del Estado de Israel
tanto como del Estado norteamericano, y del resto de los Estados con sus
recursos naturales y sistemas económico-productivos. Y que controla el planeta
desde los bancos centrales, las grandes cadenas mediáticas y los arsenales
nucleares militares.
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